Romanos 10:16-18 - Eligiendo la incredulidad
Eligiendo la incredulidad
Romanos 10:16-18 16 Sin
embargo, no todos hicieron caso al evangelio, porque Isaías dice: Señor, ¿quién
ha creído a nuestro anuncio? 17 Así que la fe viene del
oír, y el oír, por la palabra de Cristo. 18 Pero yo
digo, ¿acaso nunca han oído? Ciertamente que sí: Por toda la tierra ha salido
su voz, y hasta los confines del mundo sus palabras.
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El grupo de enfoque principal en Romanos 9-11 es Israel como nación. Pablo comenzó el capítulo 10 expresando su anhelo de que los israelitas fueran salvos (10:1), y ha desarrollado su argumento mostrando cómo han tenido oportunidad tras oportunidad de recibir a Jesús como su Mesías prometido. Por lo tanto, en el v. 16, el pronombre implícito (ellos) al cual apunta la frase “no todos hicieron caso”, es claramente una referencia a Israel. De hecho, todo el párrafo se refiere a la respuesta negativa de Israel al Evangelio de Jesús como el Mesías, porque "no todos hicieron caso al evangelio". Notablemente, Pablo no dijo: no todos ellos creyeron en el Evangelio; más bien, dice, no "hicieron caso" (gr. hupakouō) al Evangelio. Usar la palabra "hicieron caso"—escuchar; obedecer—en lugar de "creer", simplemente significa que los dos van de la mano. Creer en Cristo es hacer caso a Cristo, escuchar y obedecer a Cristo. Así que, aunque los pies de aquellos que les trajeron a ellos el Evangelio eran hermosos (v. 15), los judíos no recibieron a Cristo. El problema era ellos, no el Evangelio.
Citando de Isaías 53:1 en el v. 16, Pablo se preguntó, como
lo había hecho Isaías, si había alguien que escuchara la palabra de Dios, si había
alguien que creyera. Si la fe viene del oír la "palabra de Cristo",
ya sea de Jesús mismo o de Sus mensajeros, ¿entonces ciertamente todos los que oyen
Sus palabras deberían creer? Pero eso no sucedió. Israel sí oyó el Evangelio—presenciando
a Jesús sanar a los ciegos y enfermos, incluso presenciando Su muerte y
resurrección. Pero no hicieron caso al Evangelio. Por lo tanto, se deduce que
el solo hecho de oír la predicación del Evangelio no garantiza la salvación.
Sin embargo, para que la fe se despierte, debe ser oído. El Evangelio no es una
palabra exclusiva de Cristo destinada solo a unos pocos; es un mensaje para
todos (10:12). Todos los que lo oyen son responsables de creerlo y obedecerlo.
Los judíos, en el tiempo en que Pablo escribió Romanos,
ciertamente habían oído el Evangelio. Pablo afirma esto en el v. 18. Luego cita
de sus Escrituras: "Por toda la tierra ha salido su voz, y hasta los
confines del mundo sus palabras", una cita del rey David en el Salmo 19:4.
Por supuesto, David estaba hablando de la revelación natural de Dios de los
cielos que declaran la gloria de Dios—una personificación de la creación misma
predicando las buenas nuevas acerca de su Creador. Israel había visto
absolutamente la creación de Dios, porque creían en Él como el Creador (cf. Gén.
1-2). Pero el Salmo 19 no está celebrando la declaración mundial del Evangelio
de Jesucristo. Pablo sabía eso. Pablo simplemente está usando el Salmo 19 como
una analogía, porque así como el mensaje de Dios impregna toda la naturaleza,
así también el mensaje de la obra de Dios en Cristo ha salido al mundo. El
Salmo 19:4, entonces, sería simbólico de la difusión del Evangelio que viene a
través de la predicación de evangelistas y predicadores. Stott da fe de esto,
diciendo: "Si Dios quiere que la revelación general de Su gloria sea
universal, ¡cuánto más debe querer que la revelación especial de Su gracia
también sea universal!"
Algo para reflexionar
El Evangelio ha salido por toda la tierra; las palabras de Cristo hasta los confines del mundo (v. 18)—el “evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo" (Col. 1:23). Verdaderamente, el Evangelio, cuando Pablo escribió Romanos alrededor del año 57 d. C., había penetrado en todo el mundo judío dentro y alrededor del Imperio Romano. Nadie estaba en la oscuridad acerca de lo que le había sucedido al carpintero judío de Nazaret y a Sus discípulos dispersos que estaban predicando por todas partes acerca de Su muerte y resurrección. Como resultado, todos eran (y son) responsables de conocer la verdad acerca de Cristo y confiar en Él. Reflexionando sobre Romanos 9, recordamos que Dios elige a algunos para salvación. Pero aquí en Romanos 10, vemos que todos son personalmente responsables de creer en Jesucristo. Nadie puede decir: "¡Yo no fui escogido para creer!". Los incrédulos simplemente eligen no creer.