Romanos 10:19-21 - La continua rebeldía de Israel
La continua rebeldía de Israel
Romanos 10:19-21 19 Y añado:
¿Acaso Israel no sabía? En primer lugar, Moisés dice: Yo os provocaré a celos
con un pueblo que no es pueblo; con un pueblo sin
entendimiento os provocaré a ira. 20 E Isaías es muy
osado, y dice: Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los
que no preguntaban por mí. 21 Pero en cuanto a Israel,
dice: Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y
rebelde.
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Al concluir sus reflexiones sobre el rechazo, por parte de
Israel, de Jesús como su Mesías prometido, Pablo hace una última pregunta que
implica que tal vez Israel era demasiado ignorante para creer en la palabra de
Cristo. Su respuesta al asunto se encuentra en las Escrituras del Antiguo
Testamento, tanto de la Ley—la primera sección de la Biblia hebrea—como de los
Profetas—la segunda sección de la Biblia hebrea. La cita de la Ley proviene de
Deuteronomio 32:21, utilizada por Pablo para mostrar que Moisés profetizó cómo
Israel rechazaría la Roca de su salvación, y se volvería a otros dioses (cf.
32:15-18). Así como Israel pondría celoso a Dios al adorar a otros dioses, Dios
los pondría celosos al incluir a los gentiles—"un pueblo que no es pueblo"—en
Su plan de redención. Estas naciones harían que Israel se sintiera celoso y
enojado. ¿Por qué? Porque ellas obedecerían a Dios mientras que Israel lo
rechazó.
La cita de Isaías 65:1 en el v. 20, también prueba que los
profetas predijeron que los gentiles serían incluidos como aquellos que serían
llamados "pueblo de Dios". Estos gentiles no iluminados, naciones
fuera del pacto de Dios, realmente entenderían la justicia de Dios a través del
Mesías judío. Por lo tanto, si ellos podían entender el Evangelio, ¡entonces
ciertamente la privilegiada nación judía debería ser capaz de hacerlo! Después
de todo, Israel era la nación de Dios religiosamente dotada y altamente
favorecida. Y así como Dios había usado a las naciones gentiles de Asiria y
Babilonia para castigar a Israel, así también usaría a los creyentes gentiles
para atraer a Israel a su Mesías, el Cristo. Así que, si los gentiles pueden
entender el Evangelio, entonces ciertamente los judíos pueden hacerlo. Por lo
tanto, Israel no tiene excusa para no creer en Jesús de Nazaret como el Mesías,
¡porque ellos realmente entienden!
Parece que el rechazo de Israel a la justicia por fe aparte
de las obras de la ley, no tenía nada que ver con la falta de oportunidad de su
parte en escuchar o entender el Evangelio. Su rechazo de Cristo se basaba
únicamente en su rebeldía (v. 21). Debido a ello, Israel insistía en justicia
por obras y en mérito personal para obtener la aprobación de Dios, sabiendo
todo el tiempo que la verdadera justicia viene a través de la fe aparte de las
obras. El v. 21 concluye que Israel era "desobediente y rebelde"—negándose
a obedecer y obstinado, respectivamente, términos que muestran una rebelión
decidida y tenaz contra Dios. Por lo tanto, Israel no era insensato, sino simplemente
deliberadamente ignorante—desde su propio rechazo del Evangelio hasta su odio
por los creyentes gentiles.
Uno se pregunta por qué Dios mantendría pacientemente Sus
brazos abiertos todo el día (Isa. 65:2) a Israel. La parábola del banquete de
bodas es solo una historia que ilustra Su paciencia con Israel (Mt. 22:1-14), y
por todas las almas perdidas que actualmente rechazan a Cristo. No obstante,
los brazos de Dios permanecen abiertos y acogedores mientras se siga predicando
el Evangelio. Siempre y cuando los predicadores sigan siendo enviados, y estén
predicando la palabra de Cristo, los brazos de Dios permanecerán abiertos no
solo para que Israel crea, sino para que todos crean. Aquellos que rechazan a
Cristo sólo se tendrán a sí mismos para culparse.
Algo para reflexionar
La gente a veces me pregunta hoy qué pienso de ciertos
predicadores que son populares en los medios de comunicación. Pero no siempre
quieren escuchar las respuestas que doy. Si critico negativamente a un pastor
popular debido a una teología cuestionable, a veces he escuchado a quien me
pregunta, decir: "¡No! No lo digas; ¡no quiero escucharlo!". Su amor
por la persona en cuestión hace que quieran hacer oídos sordos a lo que podría
ser la verdad. Esta es una ilustración de ignorancia deliberada. A veces es más
cómodo permanecer felizmente ignorante, pero nunca es beneficioso.