En vista de las misericordias de Dios...
Romanos 12:1a: Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios...
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Aunque los capítulos 1-11 de Romanos no están completamente
desprovistos de exhortación a la vida cristiana (cf. 6:11-13, 19; 11:18, 20),
en su mayor parte se han ocupado de las verdades doctrinales concernientes a
las misericordias de Dios sobre la humanidad depravada. Mientras que estos
capítulos sientan las bases para la adoración cristiana, los capítulos 12-16 animan
a la acción de adoración. Dios llama a todo Su pueblo a acción y aplicación,
pero sin una base doctrinal para tal acción, nuestras acciones son infundadas e
inútiles. En otras palabras, si uno no entiende las misericordias de Dios, ¿por
qué habría de servir a Dios con gratitud? Uno primero debe conocer a Dios y lo
que Él ha hecho, recibir a Jesucristo a través de la fe, y luego la verdadera
adoración en espíritu y verdad resultará de manera inevitable.
Por lo tanto, el "por consiguiente" de Pablo en
12:1, inicia un cambio en el enfoque, de doctrina a aplicación. Comienza así
una exposición sobre la ética cristiana basada en un fundamento teológico sobre
"las misericordias de Dios". Las acciones de un creyente determinarán
si realmente comprende las misericordias de Dios. El simple hecho de saber
acerca de Dios no es suficiente. Pero el conocimiento salvífico de Dios
"por consiguiente" conducirá a la acción. Lo que un hombre hace con
lo que conoce de Dios indicará si es un legalista (obrando para obtener la
aprobación de Dios), un humanista (obrando para mejorarse a sí mismo), o un
verdadero cristiano—uno que sirve a Dios para adorarlo por la salvación que se
le concedió a través de la fe en Jesucristo.
Juan Calvino escribió: "La exhortación [de Pablo] nos
enseña que hasta que los hombres realmente comprendan cuánto le deben a la
misericordia de Dios, nunca lo adorarán con un sentimiento correcto, ni serán
estimulados eficazmente a temerle y obedecerle". Por lo tanto, Pablo insta
al cristiano a la acción. "Ruego" (gr. parakaleō) en el Nuevo
Testamento es convocar (Hch. 28:20); invitar (Hch. 28:14); pedir ayuda (Mt.
26:53); pedir algo persistentemente (Hch. 16:9); hablar para aliviar la
angustia consolando a otro (2 Cor. 1:4); y apelar a alguien autoritariamente (Hch.
27:33). Este último uso es la forma en que Pablo lo usa en 12:1, porque ruega/insta
fuertemente a la acción a los "hermanos", aquellos que son cristianos
(no se puede instar a los no creyentes a adorar). Pablo no está pidiendo un
favor en su llamado a que los cristianos obedezcan el Evangelio; él los está
llamando a la acción como el fruto de su salvación.
Al llamar a los cristianos a la acción, Pablo lo hace en
vista de las "misericordias de Dios". Ahora bien, todo Romanos se
refiere a las misericordias de Dios, porque Dios ha revelado Su justicia en
medio del mal, y Él misericordiosamente ofreció declarar justo a cualquiera que
simplemente pusiera su confianza en Su Hijo, Jesucristo. Las misericordias de
Dios se refieren a Su bondad y compasión (Col. 3:12) por aquellos a quienes Él
elige tener misericordia (Rom. 9:15), es decir, Sus elegidos. Por supuesto, la
salvación misma no depende de los esfuerzos del hombre, independientemente de
lo fuertes que puedan ser, sino sólo de la misericordia de Dios (9:16). Él da a
conocer Sus riquezas a los objetos de Su misericordia (9:23) para que puedan
adorarlo a la luz de lo que Él ha hecho por ellos. Verdaderamente, los únicos
capaces de entender las misericordias de Dios son aquellos que primero
comprenden que ellos alguna vez fueron confinados y entregados a la
desobediencia (11:32; cf. 3:9-18) por mandato de Dios. Y puesto que solo Dios
puede abrir los ojos de aquellos confinados a la desobediencia, aquellos que
pueden confiar en Cristo ciertamente lo adorarán fielmente.
Algo para reflexionar
Jesús dijo: "los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren" (Jn. 4:23). Dios se dio a Sí mismo por nosotros a través de Jesús para que nosotros nos entregáramos a Él. ¿Y quién es el que da a Dios sino aquellos "que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne" (Fil. 3:3)? ¿Ese eres tú? Tal vez Dios busca tu adoración diariamente porque la das libremente, y Él la disfruta. ¿O tal vez Él busca tu adoración porque rara vez se la das, y Él desea más de ti?