La medida de fe cristiana
Romanos 12:3: "Porque digo, por la gracia que me ha sido dada, a cada uno que está entre ustedes, que no piense más alto de sí que lo que es necesario pensar, sino que piense en forma sensata—cada uno según como Dios dividió una medida de fe" (traducción literal del autor).
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Es solo por la gracia de Dios que alguien puede exhortar a
otros en los caminos de Dios como lo hace Pablo. Él podría haber dicho
cualquier cosa en este punto de su carta, sin embargo, opta por advertir a los
cristianos sobre el pecado del orgullo—la sobreestimación de uno mismo, tal vez
el peor de todos los pecados. Él acaba de recordarles a los cristianos romanos
acerca de su depravación pecaminosa, y acerca de la necesidad de que sus mentes
sean renovadas diariamente (12:2). Puesto que la mente del hombre es depravada,
su voluntad es mala. Pero debido a que la voluntad de Dios es "buena, aceptable
y perfecta" (12:2), los cristianos nunca deben ser arrogantes. Ellos han
de aprobar lo que otros cristianos hacen solo mediante el medir la voluntad de
ellos con la voluntad perfecta de Dios.
En el texto griego hay un juego de palabras para el verbo
"pensar" (gr. phroneō), como indicado por mi traducción literal
anterior. Los cristianos no deben phroneō de sí mismos con un "pensar
elevado" (hyperphroneō) sino más bien con un "pensar sensatamente"
(sōphroneō), este último que contrasta con hybris—"orgullo". El verbo
connota no tanto el proceso intelectual de pensar en este contexto, sino la
manera en que los cristianos ven las cosas. La visión correcta de uno mismo es
aquella que da toda la gloria a Dios a través de la gracia salvadora de
Jesucristo. Una visión apropiada de lo que Cristo hizo en la cruz, en vista de
las maneras pecaminosas del hombre, es el de un "pensar sensatamente"
que resulta de una mente renovada que ha sido transformada por la buena,
aceptable y perfecta voluntad de Dios.
Romanos 12:3 se presta a un par de interpretaciones
diferentes. A la luz del hecho de que los versículos 4-8 hablan del cuerpo de
la iglesia y sus diversos dones espirituales, algunos interpretan "medida
de fe" en el v. 3 como los diversos y diferentes dones que el Espíritu
Santo ha dado a todos los cristianos para servir a la Iglesia de Jesucristo de
manera efectiva. Interpretan "medida" en términos de cantidad—algunos
recibiendo más de un don que de otro. Sin embargo, si esta fuera la
interpretación correcta, sería difícil para aquellos con dones curativos, por
ejemplo, no pensar más alto de sí mismos al medirse con otros menos dotados.
Uno sería mucho más propenso a ser arrogante al ver sus mayores dones en
comparación con aquellos con menores medidas de dones espirituales. Por lo
tanto, dado que Pablo buscaba exhortar a la unidad en lugar de la superioridad,
y dado que los cristianos tienden a calcular su rango en comparación con los
demás, esta interpretación es poco probable.
Un segundo uso de "medida" en el Nuevo Testamento
se refiere a los medios de medición, como una taza, litro, o galón (cf. Mt.
7:22; 23:32; Mc. 4:24; Lc. 6:38; Apo. 21:15, 17). Usarlo de esta manera en el v.
3 significaría que "fe" es fe salvadora, y la "medida de
fe" es la misma para todos los que son salvos, ya que la fe salvadora ha
sido dada a todos los cristianos en igual medida. La fe puede ser débil o
fuerte, como Pablo muestra en Romanos 4:19-20 y 14:1, pero Pablo nunca enseña
que Dios concede fe salvadora en varios grados—como una persona siendo más
salva que otra. La fe que Dios da ciertamente salva, pero depende del creyente
desarrollar su fe si de hecho tiene realmente fe salvadora (cf. Mt. 25:14-30).
Por lo tanto, el "buen juicio" no proviene de comparar los dones de
un cristiano con otro, sino de ver a todos los creyentes en igualdad de
condiciones con respecto a la gracia salvadora que todos ellos han recibido de
Dios, lo que resulta en fruto espiritual que honra a Dios.
Algo para reflexionar
Lamentablemente, algunos cristianos son susceptibles a la
competencia hoy en día, midiéndose a sí mismos con los demás. Al hacerlo,
pensaremos, o bien demasiado alto, o demasiado bajo de nosotros mismos. En
cambio, pensemos en nosotros mismos con una mente sensata, y midámonos por la
fe común que Dios nos ha dado. Esto nos impulsará a concentrarnos en la única
cosa que todos nosotros tenemos en común: nuestra fe salvadora a través de
Jesucristo. A partir de ahí podemos unirnos en una sola fe bajo un solo Dios.