Los dones de dar, liderazgo, y misericordia

Romanos 12:6, 8: Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos:... …el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.   

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Un quinto don espiritual dado por Dios a la Iglesia para aquellos que se ofrecen a Él como sacrificios vivos, es referido a aquel "que da" (gr. metadidōmi), o el don de dar.  En Lucas 3:11, la palabra se usa concerniente a compartir la túnica con alguien que no posee una.  En Efesios 4:28 se usa como una exhortación para aquellos que trabajan para contribuir el fruto de sus manos con los necesitados.  Pablo lo usa en Romanos 1:11 en referencia a compartir su don espiritual con la iglesia en Roma, y en 1 Tesalonicenses 2:8 en referencia a compartir el evangelio mismo.  Esto significa que el don no se limita a aquellos que han sido bendecidos con grandes riquezas en la iglesia, sino a todos los que tienen algo que compartir con los necesitados, ¡incluyendo el evangelio a los perdidos!  Juan Calvino sugirió que el don de dar podría calificar como un oficio en la iglesia, distribuyendo benevolencia a los necesitados dentro de la iglesia.

Sin embargo, la definición más aceptada para el don de dar es que describe a aquellos que dan libremente de la riqueza o pobreza que poseen.  Con esto en mente, Pablo les dice a aquellos que tienen este don, que den con "liberalidad", un término que significa "sinceridad; simplicidad".  Implica que el que da debe hacerlo sin ningún motivo oculto de ganar el favor del hombre o de Dios.  Deben dar con imparcialidad sencilla y con gracia, sin buscar ninguna ganancia para sí mismos.

El sexto don es el de liderazgo, en el v. 8, literalmente "uno que dirige" (gr. proistēmi).  Aunque nunca se usa para líderes gubernamentales en el Nuevo Testamento, el término se usa para referirse al liderazgo del hombre en el hogar (1 Tim. 3:4-5, 12) y en la iglesia (1 Tim. 5:17).  En 1 Corintios 12:28, Pablo se refiere al mismo don con un nombre diferente, en ambos casos significan "guiar".  En Hechos 27:11 y Apocalipsis 18:17, se usa para referirse a alguien que maneja un barco.  Este liderazgo, para ser eficaz, debe ejercerse con "diligencia" (gr. spoudē)—con celo apasionado.  Por lo tanto, ya sea que este don sea ejercido por un pastor, un anciano, un diácono, o un esposo, debe llevarse a cabo con entusiasmo por la causa de Cristo.

El último don que Pablo enumera es el de misericordia (gr. eleaō), muy parecido al don de dar.  Misericordia en el Nuevo Testamento se usa predominantemente en referencia a Dios Padre y Jesús Su Hijo.  Pero Pablo lo usa aquí por primera vez en referencia a cristianos que pueden mostrar la misericordia de Dios a los necesitados.  Aunque tiene la connotación de ayuda a los pobres, en este contexto es mucho más amplio para incluir cualquier acto de misericordia—visitar a los enfermos, cuidar a los discapacitados, proveer para los pobres, etc.  Lo que Pablo añade a la misericordia es la actitud de "alegría" (gr. hilarotēs), para evitar cualquier indicio de una actitud de mala gana o abatida.  Como revela el término griego, del cual se deriva "hilarante", mostrar misericordia es aquello que trae gran alegría tanto al que recibe como al que da.  Aquellos que se sienten atraídos a este ministerio de misericordia dentro de la iglesia, lo más probable es que tengan este don espiritual.  Aquellos que no se sienten tan atraídos por la misericordia dentro de la iglesia pudieran no tener el don espiritual, pero se les debe recordar siempre la misericordia de Dios hacia ellos, tal vez empujándolos a participar en la misericordia.

Algo para reflexionar

Tener una mente renovada en vista de la gran misericordia de Dios es el primer paso en el proceso de crecer en Cristo.  A su vez, también podemos ayudar a otros a crecer en Cristo a medida que moldeamos y perfeccionamos los dones y habilidades que Dios nos ha dado.  Servimos a un Dios asombroso que ha sido tan misericordioso y amable con nosotros.  No solo nos ha salvado de lo que éramos, sino que también nos ha bendecido más allá de toda medida, dándonos una oportunidad de servirle y traer mayores bendiciones a nuestras propias vidas.  Cuanto más estudiemos la santidad de Dios, más veremos la pecaminosidad de nuestros propios pecados.  Y una manera segura de luchar contra el pecado que tan fácilmente nos enreda es participar en los ministerios del Espíritu Santo.  Podemos ser transformados al poner nuestros dones a trabajar, y al hacerlo, nuestras mentes serán renovadas.