Nuestro sacrificio vivo – Parte 1

Romanos 12:9: El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno.

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Como todo cristiano sabe, actuar conforme con la propia fe en toda circunstancia que la vida da, no es fácil.  El comportamiento que glorifica a Cristo no es necesariamente natural, pero dado que los creyentes son habitados por el Espíritu Santo, por supuesto que es alcanzable.  El cristiano, habiendo sido salvado por el Señor Jesucristo, ahora tiene la responsabilidad de vivir como Cristo—un cristiano.  Lo que Pablo hace en Romanos 12:9-21, es explicarle al cristiano lo que significa ser transformado por la renovación diaria de la mente de uno (v. 2).  El tema general es el amor, y el amor debe ser sincero.

Al igual que él hace en 1 Corintios 13, Pablo comienza sus exhortaciones de servir a Jesús resucitado, instruyendo acerca del amor verdadero.  Ahora bien, en el texto griego no hay un verbo de mandato que diga "el amor sea sin hipocresía", sino que es literalmente "el amor sin hipocresía".  Esto ha hecho que algunos eruditos crean que esta primera frase es simplemente un encabezado para lo que sigue.  Pero la inserción del verbo en español es apropiada, porque la esencia de la Ley del Antiguo Testamento es el amor (Mc. 12:28-34), y el amor es el mandato central para el Nuevo Pacto (Jn. 13:31-35).  Ahora bien, ya sea que el amor sea ordenado, o que se use como un encabezado para la instrucción que sigue, el punto es que el amor piadoso es genuino; es "sin hipocresía".

La palabra para "amor" en el texto griego es agape.  Este es el amor volitivo e incondicional que los verdaderos creyentes tienen por Dios, en contraste con el amor emocional o sexual.  Puesto que Dios ama a Su pueblo incondicionalmente, Su pueblo debe amarlo incondicionalmente; el amor de ellos siendo "sin hipocresía" (gr. anupokritos).  Puesto que hipocresía significa "representar un papel", como un actor en el escenario, el verdadero amor por Dios nunca es un acto, y nunca puede fallar.  Mientras que el amor hacia nuestro prójimo, incluso hacia nuestros cónyuges e hijos, puede fallar, el amor del cristiano por Dios, si es genuino, nunca puede fallar.  Esto se debe a que el cristiano se ha sometido a Dios, el cual nunca puede defraudarnos.  Por lo tanto, el amor de un cristiano por Dios nunca es un acto, sino que siempre está obrando, sirviendo, y perdurando.

Una segunda admonición de Pablo en el v. 9, sigue de forma natural a un amor genuino por Dios, a saber, "aborreciendo lo malo".  "Aborrecer" (gr. apostugeō) significa "estar disgustado; detestar; odiar violentamente".  Por lo tanto, el amor sincero por Cristo y Su Iglesia, y por las cosas de Dios, implica odiar lo que Dios odia—todo mal, pecado, e iniquidad.  El rey David dijo lo mismo, diciéndole a Dios: "¿No odio a los que te aborrecen, Señor? ¿Y no me repugnan los que se levantan contra ti? Los aborrezco con el más profundo odio; se han convertido en mis enemigos." (Sal. 139:21-22).  El amor nunca es genuino cuando uno está inclinado a hacer el mal, o a evitar hacer el bien.  Si el temor al Señor es aborrecer el mal (Prov. 8:13), entonces los cristianos deben estar muy conscientes de todo lo que Dios odia, y también odiarlo.

La tercera admonición de Pablo a los cristianos es "aplicándoos a lo bueno".  Al igual que "aborrecer", el verbo "aplicarse" (gr. kollaō) también es un término fuerte que significa "aferrarse; adherirse; unirse".  La palabra se usa para referirse a la relación sexual, en la que ambos individuos que forman la pareja están unidos de una manera íntima y especial para toda la vida (cf. 1 Cor. 6:16).  Por lo tanto, se ordena a los cristianos que se adhieran a lo que es "bueno" (gr. agatha) mientras aborrecen lo que es malo—aferrándose fuerte a la verdad.

Algo para reflexionar

Pregúntate hoy: "¿Realmente amo a Dios?".  Si dices que lo haces, ¿qué podría Dios hacerte, o permitir que te suceda, que te haga cuestionar Su amor?  Considera a Job.  Él perdió a diez hijos, su salud, y su riqueza.  Y tenía tres supuestos amigos que se esforzaban día y noche para convencer a Job de que él era culpable, cuando en realidad era un hombre intachable a los ojos de Dios (Job 1:1, 8).  Si lo que le sucedió a Job te sucediera a ti, ¿seguirías amando a Dios?  Demasiadas personas tienen un amor condicional por Dios, sin embargo, Pablo nos dice que nos aseguremos de que nuestro amor por Él sea genuino.  Si lo es, no solo le seremos fieles a Él, sino que creceremos diariamente en nuestro caminar con Él, reconociendo lo que Dios ama y lo que Él odia—siempre aferrándonos a lo que es bueno.  ¿Eres tú esa persona?  Esfuérzate por serlo.