Oh, las profundidades de Dios

Romanos 11:33-34: 33 ¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! 34 Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor?, ¿o quién llego a ser su consejero?

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En su Epístola a los Romanos, el Apóstol Pablo se propuso exponer la justicia de Dios, porque ese es el tema de la epístola (cf. 1:16-17). Desde la revelación de que el hombre es espiritualmente depravado (1:19—3:20), hasta la revelación de que la salvación es solo por fe en Cristo (capítulos 3-11), Pablo ha expuesto el problema del hombre (el pecado), y ha ofrecido la solución de Dios (fe). Desde la doctrina de la predestinación, hasta el asunto de la responsabilidad por la incredulidad en Cristo, Pablo revela una paradoja en la mente del hombre que es perfectamente clara y justa para Dios. Además, desde la revelación de las promesas de Dios para Israel que se mantienen, a pesar de su rechazo casi total de Cristo, hasta la revelación del misterio de Dios de que todo Israel se salvará después de que se complete la salvación de los gentiles, la teología de Pablo es grandiosa. Ahora, habiendo completado su exposición en los capítulos 1-11, él mira hacia atrás a todo lo que ha explicado, y adora a Dios reflexionando sobre algunos de Sus atributos comunicables.

En el v. 33, Pablo dice: "¡Oh, profundidad... de Dios!", con convicción y emoción. La "profundidad" de Dios habla de lo que es "profundo"—la profundidad de las "riquezas", o recursos infinitos, de la "sabiduría y del conocimiento de Dios".  Los juicios de Dios son tanto "insondables" como "inescrutables"—términos griegos sinónimos que significan "imposible de encontrar o entender, incluso después de un examen o investigación cuidadosa". Por lo tanto, aunque los juicios y caminos de Dios a menudo son atacados y burlados por el hombre, ningún ser humano es capaz de determinar/evaluar adecuadamente a Dios. Porque Dios es eterno e invisible, totalmente santo; en comparación, el hombre es poco más que una criatura del polvo de la tierra (Gén. 2:7).

Entonces, Pablo pregunta: "¿quién ha conocido la mente del Señor?, ¿o quién llego a ser su consejero?"—una cita de Isaías 40:13. La palabra para "consejero" en el texto griego (sumboulos) se refiere a alguien que da consejos. La pregunta es, ¿cómo podría una criatura finita de la tierra aconsejar al Dios eterno, el mismo Ser que los creó? Verdaderamente, ¿quién es el hombre para cuestionar o responderle a Dios? (cf. 9:20). Si los caminos de Dios no pueden ser completamente entendidos por el hombre, entonces el hombre no tiene motivos para cuestionar u oponerse a Dios por cualquier cosa que le suceda a él o a otros. ¿Quizás deberíamos recordar esa misma verdad en nuestras oraciones cuando sermoneamos a Dios acerca de Su supuesta injusticia hacia nosotros o hacia otros?

La buena noticia concerniente a nuestra comprensión de los caminos de Dios, es que se nos da el privilegio de leer y estudiar las Escrituras—la mente misma de Dios, para que podamos adquirir un poco de entendimiento de los caminos de Dios. Después de todo, todo lo que es necesario "para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia" se encuentra en las Escrituras (2 Tim. 3:16). Aunque las Escrituras no contienen todo sobre quién es Dios, sí conducen a que los lectores sean "perfecto, [y] equipado para toda buena obra" (v. 17). Por lo tanto, vale la pena que leamos y estudiemos el Libro que Dios nos dio para que podamos entenderlo y adorarlo.

Algo para reflexionar

Nótese que una vez que Pablo terminó de hablar acerca de las intensas doctrinas en Romanos 1-11, él adoró a Dios. No se quejó de que Dios fuera injusto, ni exigió una audiencia en el más allá para desafiar a Dios con respecto a Sus supuestos caminos injustos. Tristemente, muchos hoy en día creen que después de morir, Dios los va a escuchar quejarse de lo injustas que fueron sus vidas. Creyendo que son víctimas, estas personas realmente están esperando que Dios se disculpe con ellos. Pero no habrá disculpas del Todopoderoso, el cual no comete errores. Por lo tanto, arrepintámonos de nuestros pecados y estemos de acuerdo con Dios que Él es Señor y Rey. Sus caminos son inescrutables, y sus juicios son completamente justos. Nosotros estamos equivocados, pecadores desde el vientre materno. Alabemos y glorifiquemos a nuestro santo y asombroso Dios, no lo cuestionemos.