Una visión adecuada de nosotros mismos
Romanos 12:3: Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno.
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En Romanos 12:3 Pablo habla tanto de la gracia que Dios le
dio, como de la fe que Dios le ha medido. Es la gracia, el primer don de Dios
al hombre, la que abre la puerta a Su segundo don: la fe. Fe, usada 244 veces en el Nuevo Testamento, es
obviamente una palabra muy importante a lo largo de la Biblia, ya que es el
único camino a la salvación. En su forma
verbal (pisteuo) significa "creer; confiar". Como sustantivo (pistis) puede significar
creencia, fe o confianza. Como adjetivo
significa fidelidad. En Romanos 12:3 es
un sustantivo genitivo que explica qué es "medida": ... según la
medida, que es la fe, que Dios ha distribuido. En otras palabras, la fe que Dios ha medido y
dado a Sus elegidos es el estándar por el cual se les mantiene alejados del
orgullo entre ellos, de pensar demasiado alto o demasiado bajo de sí mismos.
Por lo tanto, la "medida de fe" debe compararse en este pasaje no con
los diversos "dones" espirituales que Dios concede a los cristianos,
explicados en los vv. 6-8, sino con la única gracia común de la que se
originan: la fe salvadora. En resumen,
la fe que salva es en sí misma un don de Dios.
Aunque la fe es la respuesta personal del individuo a
Cristo, esa respuesta se hace con una voluntad renovada por el poder
regenerador del Espíritu Santo que inicialmente transforma a los incrédulos en
creyentes, permitiéndonos creer y expresar fe en Cristo. ¡Dios lo hace todo! La
razón por la que la fe de uno nunca debe conducir a la arrogancia se debe al
hecho de que el elemento determinante de la fe no es el creyente, sino el
objeto en el que éste creyó, es decir, Cristo. Por lo tanto, una visión adecuada de uno mismo
se refiere a conocerse a sí mismo como un pecador salvado por la gracia de
Dios, reconociendo que solo en Cristo se revela tanto el juicio de Dios sobre
el pecado, como Su misericordia hacia los pecadores. Por consiguiente, los cristianos solo pueden
usar la verdadera medida de fe salvadora para medirse a sí mismos y a los
demás.
Ahora bien, dado que la fe en Romanos 12:3 es una fe
salvadora, dada a todos los creyentes en igual medida, y si los cristianos han
sido comisionados a ser transformados por la renovación de sus mentes (12:2),
entonces la fe que Dios ha dado es una fe seminal/fundamental—una que puede y
debe aumentar. Es una semilla que Dios
ha plantado dentro de Sus elegidos. Así
como una semilla puede crecer solo después de morir, así también nosotros
podemos crecer después de morir a nosotros mismos. Pablo dijo lo mismo en Romanos 5:1-5. Por haber sido justificados por medio de la
fe, los creyentes son declarados justos. Entonces se nos ordena regocijarnos en
nuestras tribulaciones que, a su vez, producen perseverancia, que produce
carácter, que produce esperanza. Notar
también la parábola de los talentos (Mt. 25:14-30) donde los siervos fieles
ponen sus talentos a trabajar para hacer crecer su herencia. ¡El infiel que no lo hizo fue arrojado a la
oscuridad donde hay llanto y crujir de dientes! En el contexto de Romanos 12:3-8, el
crecimiento espiritual, que se deriva de la fe salvadora, se refiere a servir a
Dios a través de las diversas maneras que Él ha provisto para la adoración.
Algo para reflexionar
En nuestros días de parloteo/cháchara psicológica y
medicamentos psicóticos, considere lo que el profesor William K. Kilpatrick
escribe en su libro Seducción psicológica, el fracaso de la psicología
moderna: "Las formas extremas de enfermedad mental son siempre casos
extremos de ensimismamiento. La cualidad
distintiva, lo que literalmente distingue a las personas paranoicas, es la
hiperconciencia. Y lo que más valoran de sí mismos es la autonomía. Su miedo constante es que alguien más esté
interfiriendo con su voluntad o tratando de dirigir sus vidas".
Entonces, si el cambio comienza con la renovación de nuestras mentes (12:2), y es la tarea de la mente el pensar (12:3), entonces rechacemos las maneras mundanas (Rom. 1:18-32), porque la mente puesta en la carne es hostil a Dios (8:6-8). Apartemos la vista de nosotros mismos, y miremos directamente a Jesucristo. Solo Él es nuestra justicia. No necesitamos píldoras ni psicología, solo a Cristo. Él y solo Él.