Amor: el cumplimiento de la Ley de Dios

Romanos 13:8b-10: …el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.

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Habiendo llegado a la conclusión de que los que se aman unos a otros han "cumplido la ley" (13:8), Pablo explica esto comenzando en el v. 9.  Él luego cita algunos mandamientos aleatorios del Decálogo (Éx. 20:13-15, 17), específicamente contra el adulterio, el asesinato, el robo, y la codicia, estos cuatro representando los diez.  Luego añade "y cualquier otro mandamiento" para incluir todos los mandamientos.  Nótese que todos estos provienen de la segunda tabla de los Mandamientos, que son mandatos de no pecar contra los demás.  Pablo luego agrega que todos estos mandamientos se resumen en el mandamiento de "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lev. 19:18; cf. Mt. 22:38). Porque cuando uno ama a su prójimo como a sí mismo, se abstiene del adulterio, asesinato, robo, y codicia—lo que se ilustra perfectamente en la parábola de Jesús del buen samaritano (Lc. 10:25-37).

Sorprendentemente, Pablo no menciona lo que se le debe a Dios en los primeros tres Mandamientos. Pero están implícitos, porque el verdadero amor hacia el prójimo fluye solo de un corazón dedicado a Dios, y el verdadero amor es la evidencia de la relación correcta de uno con Dios.  Algunos han visto en el argumento de Pablo una justicia alcanzada por obras, a saber, el amar al prójimo, ¡como si algún ser humano pudiera amar a su prójimo tanto como se ama a sí mismo!  Pablo, por supuesto, está meramente hablando hipotéticamente de lo que no se encuentra en ningún ser humano.  La justicia, por lo tanto, sólo se obtiene por fe en Cristo, quien guardó los Mandamientos.  Ningún ser humano lo ha hecho ni lo hará jamás, y es por eso que la salvación llega solo a aquellos que, por fe, confían y reciben a Jesucristo creyendo en lo que Él logró en la cruz.  Verdaderamente, la salvación es por gracia, por medio de la fe, para buenas obras.  El amor es, por lo tanto, el "cumplimiento de la ley" que Cristo cumplió (Mt. 5:17).

En el Sermón del Monte de Jesús (Mateo 5-7), Él predicó acerca de lo que se conoce popularmente como la Regla de Oro: hacer a los demás lo que te gustaría que te hagan a ti.  Jesús dijo: "todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas" (Mt. 7:12).  Santiago se hizo eco de eso cuando llamó el hecho de amar a los demás como cumplir “la ley real conforme a la Escritura" (2:8).  Por lo tanto, amar a los demás fluye de una relación correcta con Dios a través de Cristo.

En Romanos 13:8 Pablo escribió que "el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley".  El verbo "que ama" es un participio activo presente que denota actividad continua; y "ha cumplido" es un verbo activo perfecto que denota una acción completada con resultados continuos.  Por lo tanto, el que verdaderamente ha cumplido la ley de Dios (acción pasada con resultados continuos) es el que ama continuamente a su prójimo.  Porque sólo el que se esfuerza por amar a su prójimo cumple continuamente la ley de Dios.

Algo para reflexionar

John MacArthur comparte una historia pertinente sobre el amor: "Escuché una hermosa analogía del campo de la música que ayuda a comprender la grandeza y plenitud del amor. La escala musical se compone tan solo de siete notas básicas, las cuales muchos niños pueden aprender en una hora o menos. Sin embargo, grandes compositores como Handel y Beethoven, no pudieron agotar el uso de esas notas combinadas y sus infinitas variaciones durante el transcurso de sus vidas. Sucede lo mismo con el amor piadoso. Emplea las cosas básicas y que a veces parecen insignificantes de la vida, para producir las cosas más grandiosas. El amor controla el temperamento y guía la razón. Procura conquistar las malas cualidades y desarrollar las mejores. Bajo la guía y el poder del Espíritu Santo, transforma a hombres y mujeres redimidos para que sean cada vez más semejantes a Jesucristo. No existe grandeza de carácter a la que el amor no pueda elevar a una persona. De hecho, la grandeza de carácter es imposible sin él, porque el amor es el carácter sublime".