Jesús cumple la profecía de Daniel
Mateo 21:1-5: 1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces envió a dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, decid: «El Señor los necesita»; y enseguida los enviará. 4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sión: «Mira, tu Rey viene a ti, humilde y montado en un asna, y en un pollino, hijo de bestia de carga».
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Cuando Jesús se
acercó a Jerusalén, primero llegó a Betfagé y Betania, a una milla de la
ciudad. Y se detuvo para cumplir las Escrituras del Antiguo Testamento. Todo lo
que Jesús ha hecho hasta este punto durante Su ministerio terrenal ha llevado
hasta este día, el día del que habla Daniel 9:25 acerca de cuándo el Mesías
será "muerto". Jesús se acerca a Jerusalén y se dirige al Monte de
los Olivos, una colina elevada justo al lado de la ciudad. Mientras miraba
hacia la ciudad, envió a dos discípulos a una aldea cercana para que trajeran
un pollino que nunca había sido montado, por el cual Él pudiera entrar en la
ciudad. Jesús instruyó a los dos en cuanto a lo que encontrarían y lo que
debían decir a cualquiera que les preguntara qué estaban haciendo.
Los dos
discípulos hicieron exactamente lo que Jesús les dijo, y cuando encontraron el
pollino y lo desataron, Marcos 11:7-11 dice que ciertamente fueron interrogados
en cuanto a lo que estaban haciendo. Pero después de responder de la manera que
Jesús les había dicho, el pollino les fue entregado. Posiblemente el dueño era
un seguidor de Jesús que simplemente tuvo el honor de ayudar a su Señor.
Queriendo tanto el asna como su pollino, los dos discípulos llevaron ambos a
Jesús. El pollino era lo que Jesús quería, pero éste no habría cooperado sin la
presencia de la madre asna. Jesús, en Su omnisciencia, sabía exactamente dónde
estarían estos animales. El hecho de que el dueño soltara a estos animales,
incluso su pollino que nunca había sido montado, era una señal de respeto y
admiración hacia Jesús, a quien probablemente conocía.
Ahora bien, hay
razones importantes por las que se escriben estos detalles aparentemente
mundanos acerca de un pollino. Primero, cumplen la profecía de Génesis 49:11,
es decir, que "Él ata a la vid su pollino"—lo que significa gran
riqueza, fertilidad, gozo, y paz. En segundo lugar, cumplen la profecía de 500
años de antigüedad de Zacarías 9:9 que dice: "Regocíjate sobremanera... tu
Rey viene a ti... humilde, montado en un asno, en un pollino...". Si la
profecía de Daniel no era lo suficientemente clara sobre el día exacto en que
el Mesías entraría en la ciudad, la de Zacarías la solidificaría con el Rey
entrando en un pollino y no en un poderoso semental, como se podría esperar de
un rey o un guerrero. Este fue el mismo animal en el que el rey David hizo que
su hijo Salomón montara por la ciudad cuando se convirtió en rey (1 Rey. 1:33).
Aunque era una humilde bestia de carga en los días de Jesús, significaba que un
rey estaba viniendo a su reino, y esta era la manera en que Jesús no solamente
estaba cumpliendo las profecías sobre Su venida, sino también indicando que Él
era el rey de los judíos. Esta acción de Jesús no dejaría lugar a dudas en
cuanto a quién era Él. Sin embargo, dejó preguntas en cuanto a cuál era Su
plan, ya que, en vista de que Él no estableció Su reino en Su primera venida,
espera Su segunda venida.
Algo para
reflexionar
Jesús resultó ser
una gran decepción para las masas que lo aclamaban como su Mesías. Las mismas
personas que lo alabaron fueron las que más tarde lo crucificaron. Jesús
simplemente no cumplió sus expectativas. Querían un Mesías que conquistara a
los romanos. Al igual que los Doce, veían en el Mesías una imagen de poder
terrenal. Pero la primera venida de Jesús no fue en poder, sino en humildad.
Esto no cumplió con las expectativas de la multitud, por lo que lo rechazaron.
Su monarquía desafió a la de ellos. Pero las personas siempre han rechazado la
verdad a la luz de sus propias ideas de lo que piensan que debería ser el
Mesías. Por lo tanto, no solo recibámoslo por lo que Él es, sino que también
presentémoslo a los demás como el humilde Salvador de la humanidad: Dios encarnado.