¿Pueden los cristianos oponerse al gobierno?
Romanos 13:2: Por consiguiente, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, sobre sí recibirán condenación.
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Entonces, ¿qué pasaría si nuestro gobierno se volviera nazi
y promoviera la matanza de personas inocentes? ¿Cómo podría entonces interpretarse
Romanos 13? ¿No desafiaron, acaso, las parteras judías al faraón para preservar
a los bebés varones hebreos cuando nacían? Ellas "temían a Dios, y no hicieron como
el rey de Egipto les había mandado" (Éx. 1:17). Dios honró su desobediencia y "favoreció
a las parteras; y el pueblo se multiplicó y llegó a ser muy poderoso" (v.
20).
Considere también a Daniel y sus amigos, Ananías, Azarías, y
Misael (Dan. 1), a quienes se les dijo que comieran "de los manjares del
rey y del vino que él bebía". Por
supuesto, se negaron porque la ley de Dios era superior a la ley del rey,
porque su comida había sido sacrificada a ídolos. Aunque arriesgaron sus vidas en esta rebelión,
Dios bendijo su fidelidad porque aquello contra lo que se rebelaron era
contrario a su compromiso más alto, que era Dios. El respeto de Daniel por sus superiores en la narrativa
también es notable, porque no exigió respeto por sus propias creencias, sino
que simplemente buscó permiso del comandante de Nabucodonosor para no
contaminarse (Dan. 1:8). No había
santurronería en su petición, solo respeto.
Un tercer ejemplo se encuentra de nuevo en los escritos de
Daniel. Cuando Nabucodonosor ordenó a
Sadrac, Mesac, y Abed-nego que adoraran su imagen de oro o de lo contrario
serían quemados en el fuego, ellos se negaron, diciendo: "Ciertamente
nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de
tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no
serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado"
(Dan. 3:16-18). Por supuesto, Dios
bendijo su fidelidad, tanto que después de ser arrojados al fuego "el
fuego no había tenido efecto alguno sobre sus cuerpos, ni el cabello de sus
cabezas se había chamuscado, ni sus mantos habían sufrido daño alguno, ni aun
olor del fuego había quedado en ellos" (v. 27).
Daniel presenta otro ejemplo de desobediencia civil
justificada, ya que durante sus días se emitió un decreto que prohibía la
oración a cualquier otra persona que no fuera el rey de Persia (Dan. 6). Sin embargo, Daniel le oraba abiertamente a Dios
tres veces al día, y aunque fue entregado a los leones por esto, Dios cerró las
bocas de los leones y mantuvo a Daniel a salvo de cualquier daño.
Del Nuevo Testamento, se nota cómo a Pedro y Juan se les
dijo de "no hablar ni enseñar en el nombre de Jesús" (Hch. 4:18). Ellos respondieron diciendo: "Vosotros
mismos juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;
porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hch.
4, 19-20). Más tarde, ellos permanecerían
fieles a la comisión de Cristo (Mt. 28:19-20) a pesar de la exigencia del
gobierno de que hicieran lo contrario. La
respuesta de Pedro a ellos cuando lo sorprendieron predicando de nuevo fue:
"Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch. 5:28-29).
Las autoridades civiles siempre han existido como servidores
de Dios, desde el Antiguo Testamento. Primero, mantienen la justicia de Dios al
imponer castigo por los crímenes. En
segundo lugar, han de disuadir a posibles delincuentes. En tercer lugar, han de ser imparciales con
los infractores de la ley, condenando a todos los que sean culpables independientemente
de su riqueza o estatus social. Cuarto,
el castigo ha de ser rápido (cf. Deut. 25:2). Finalmente, a menos que sean ejecutados, los
criminales deben ser perdonados o rehabilitados, pero nunca degradados (Deut.
25:3). Una vez que hayan pagado el
precio de su castigo, deben ser aceptados de nuevo en la sociedad.
Algo para reflexionar
A todos los cristianos se les ordena obedecer las leyes
civiles. No estamos por encima de la
ley, pero las leyes de nuestra tierra deben alinearse con la verdad de Dios si hemos
de obedecerlas. Problemas que enfrenta
la Iglesia hoy en día son numerosos en cuanto a lo que la ley nos exigiría
aceptar. Cuando llegue el día en que se
requiera que las iglesias permitan el pecado de forma abierta, tendremos que
declinar respetuosamente, y tal vez rebelarnos.