¿Celebrar las fiestas cristianas?
Romanos 14:5-8: 5 Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir. 6 El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; 8 pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
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Desde que la Iglesia comenzó, los creyentes se han comparado
entre sí—quién es débil y quién es fuerte. Sin embargo, cuando se hacen esas
comparaciones, ambas partes tienden a verse a sí mismas como más espirituales
que la otra. Ahora bien, mientras que la comparación de comer varios alimentos
se abordó en los vv. 2-4, es la observancia de ciertos días la que se aborda en
los vv. 5-8.
Los judíos tenían muchos días que apartaban en su
calendario. Desde las diversas observancias del Sabbat, hasta las festividades
anuales como la de los Tabernáculos, Pascua, y Pentecostés, los judíos eran
rígidos en su observancia de varios días santos. Entonces, cuando los judíos se
convirtieron a Cristo, tuvieron que aceptar el hecho de que Cristo cumplió el
propósito de todos esos días. Como resultado, cada día era una celebración de
Cristo. Ningún día es más especial que otro. Además, los gentiles (no judíos)
también celebraban ciertos días paganos como santos antes de su conversión.
Pero a diferencia de los judíos, era más probable que hubieran evitado los días
especiales debido al carácter idólatra e inmoral asociado con ellos. De
cualquier manera, era inevitable que hubiera un conflicto sobre la festividad
de los días santos entre judíos y gentiles.
Claramente, eran los creyentes débiles los que insistían en
la observancia de días especiales en la Iglesia primitiva. En la región de
Galacia (Asia Menor), por ejemplo, algunos creyentes judíos estaban volviendo a
los rituales de los que fueron liberados poco después de que Pablo los dejara luego
de ser salvos. Él preguntó: "¿cómo es que os volvéis otra vez a las cosas
débiles, inútiles y elementales, a las cuales deseáis volver a estar
esclavizados de nuevo? Observáis los días, los meses, las estaciones y los años"
(Gál. 4:9-10). A los colosenses les dijo: "que nadie se constituya en
vuestro juez con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o
luna nueva, o día de reposo; cosas que solo son sombra de lo que ha de venir,
pero el cuerpo pertenece a Cristo" (Col. 2:16-17).
Verdaderamente, abstenerse de ciertos alimentos y observar
ciertos días como caminos hacia la santidad, o como evidencia de salvación, son
actitudes que, en el peor de los casos, revelan la ignorancia de la gracia de
Dios. En el mejor de los casos, exponen la inmadurez espiritual. En última
instancia, los cristianos deben entender su plena libertad en Cristo. Por lo
tanto, Pablo apeló al “sentir” (lit. "mente") en el v. 5, que guía a
los cristianos, la conciencia o el corazón. No importaba lo que observaran,
debían hacerlo plenamente convencidos de que estaban sirviendo a Cristo.
Observar un día o abstenerse de comer ha de hacerse en honor al Señor, y con
agradecimiento a Él (v. 6). En asuntos que no están específicamente ordenados o
prohibidos en las Escrituras, siempre es malo ir en contra de la conciencia,
porque la conciencia del creyente representa lo que realmente cree que es
correcto. Pablo vivió toda su vida de esta manera hasta el punto de poder
decir: "Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una
conciencia perfectamente limpia" (Hch. 23:1).
Los vv. 7-8 explican que las acciones de los creyentes nunca
deben ser para su propia edificación o gloria. Todo es "para el Señor".
Ya sea en la vida o en la muerte, todo debe ser para Dios.
Algo para reflexionar
Nuestra actitud hacia los creyentes con los que no estamos
de acuerdo ha de ser una actitud de adoración hacia Dios. Tratar a nuestros
hermanos cristianos con respeto sin juzgar, especialmente cuando se abstienen
de cosas que nosotros recibimos libremente, o viceversa, califica como
obediencia a lo que la Biblia enseña. Y obediencia a las enseñanzas de las
Escrituras es adoración. Por lo tanto, practiquemos el arte de la adoración
aceptando a aquellos que son débiles o fuertes para nosotros. ¡Todo para el
Señor!