La muerte de Jesús
Mateo 27:48, 50: 48 Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber... 50 Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu.
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En los Salmos 22 y
69 (alrededor del año 1000 a. C.), David escribió las palabras proféticas que Jesús
cumpliría en la cruz. Clamó a Dios, diciendo: "Como un tiesto se ha secado
mi vigor, y la lengua se me pega al paladar...
Tú conoces mi afrenta, mi vergüenza y mi ignominia; todos mis adversarios
están delante de ti. La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy enfermo; esperé
compasión, pero no la hubo; busqué consoladores, pero no los hallé. Y por comida
me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre" (Sal. 22:15; 69:19-21).
La escena descrita
por David se desarrolló en la pasión de Jesús, al pie de la letra, cumplida durante
los momentos finales de Su vida. Aunque Mateo no lo registra, Juan dice que la razón
por la que alguien se acercó a Jesús con una esponja llena de vinagre fue porque
Él dijo: "Tengo sed" (Jn. 19:28). Por supuesto que la sed de Jesús es
lógica. Después de Su cruel flagelación, había soportado por lo menos seis
horas de sufrimiento inimaginable en la cruz. Si a eso le añadimos la pérdida de
sangre y la conmoción que Su cuerpo estaba soportando, Jesús habría estado extremadamente
deshidratado. Necesitaba un trago porque tenía algo importante que decir antes de
renunciar voluntariamente a Su espíritu.
Jesús no era ningún
debilucho al que se le había quitado Su lucidez. De hecho, Él estaba controlando
cada momento de Su sufrimiento. Mientras Sus seguidores se lamentaban, pensando
que su Mesías y Señor los dejaba, ¡Él estaba obrando para ellos! Juan 19:28
dice que Jesús sabía que "todo se había ya consumado" (cf. Jn. 17:4).
Es extraño que Juan escriba con un verbo en tiempo pasado, dado que Jesús aún no
había muerto, resucitado de entre los muertos, o ascendido al cielo. Pero Juan sabía,
en retrospectiva, que la voluntad de Dios se cumple incluso antes de que se haya
cumplido a los ojos del hombre.
Lo único que le quedaba
por hacer a Jesús en ese momento era morir. Antes de hacerlo, anunció que tenía
sed para mojarse Su garganta, hacer que se le ofreciera vinagre (Sal. 69:21), y
gritar una proclamación final. Aunque los Sinópticos no registran lo que Jesús dijo,
el Evangelio de Juan dice que Jesús exclamó: "¡Consumado es!"—literalmente:
pagado en su totalidad. Así que, al pedir de beber, Jesús puso en marcha
el cumplimiento del Salmo 69:21. Habiendo rechazado previamente el sedante insensibilizador
del vino mezclado con mirra (Mc. 15:23), ahora, para cumplir la profecía de David
y revelarse a Sí mismo como el Cristo, Jesús bebió el vino agrio para anunciar el
pago por el pecado en su totalidad.
"Consumado es"
es un verbo en tiempo perfecto (gr. tetelestai) que significa la finalización
completa de una tarea dada sin que sea necesario hacer más trabajo. Esta palabra
griega se ha encontrado en papiros antiguos de recibos de impuestos que habían sido
pagados en su totalidad. Por lo tanto,
era una palabra común utilizada en griego koiné para significar que una persona
había pagado por completo los impuestos. Esto es fundamental en relación
con el sacrificio de Cristo en la cruz, ¡ya que Jesús pagó la deuda del pecado del
hombre en su totalidad! Por lo tanto,
el sacrificio de Jesucristo es suficiente y no le falta nada. Su grito fue el clamor
triunfal de victoria del Dios-Hombre, Jesucristo, que había cumplido plenamente
la obra de redención del hombre—habiendo vivido la vida del hombre y habiendo muerto
su muerte. Entonces, en Su muerte, Jesús entregó voluntariamente Su espíritu en
Su tiempo perfecto.
Algo para
reflexionar
¡Qué insulto a Dios
suponer que podemos añadir a la obra terminada de Cristo! Consumado es significa
que no podemos añadir nada a lo que Cristo hizo por nosotros. Jesús pagó la penalidad
por nuestros pecados en su totalidad con Su muerte. No hay nada que
agregarle a eso, y la sola idea de que podemos añadirle algo, en realidad lo minimiza.
Simplemente recibimos a Cristo por fe para salvación. No se necesitan obras, y ninguna
es aceptada. Lo que ofrezcamos a Dios más allá de nuestra fe, es simplemente adoración.
Así que, ¡ofrezcamos nuestras vidas como sacrificio vivo a Dios por lo que Él ha
hecho por nosotros a través de Jesucristo!