La salvación milagrosa de un pecador
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Se sabe por todos los Evangelios,
que otros dos hombres, criminales condenados, fueron crucificados junto a
Jesús, uno a Su izquierda y otro a Su derecha (Mt. 27:38; Mc. 15:27; Lc. 23:32;
Jn. 19:18). En los Sinópticos, estos
hombres, tal vez asociados con la insurrección de Barrabás, también
participaban en insultar a Jesús mientras colgaban de sus respectivas cruces. Sin embargo, en el transcurso de unas tres
horas, uno de los criminales, según el relato de Lucas, comenzó a ablandarse. Mientras uno de los criminales insultaba a
Jesús, burlándose de Él como el Cristo, instándolo a que se salvara a Sí mismo
y a ellos, el otro criminal reprendió a su compañero en crimen, esencialmente
diciéndole que cerrara su boca blasfema.
Al parecer, habiendo observado el comportamiento honorable/intachable de
Jesús, y sin duda, habiendo oído a Jesús orar por el perdón de los que se burlaban
de Él, este criminal anónimo experimentó un cambio de corazón, reemplazando su
burla de Jesús con amor y admiración.
El criminal, dándose cuenta de
que su propia crucifixión estaba en consonancia con sus malas obras, preguntó a
su cómplice en crimen: "¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás
bajo la misma condena? Y nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo
que merecemos por nuestros hechos" (v. 40-41a). Esta pregunta revela la conciencia de un
hombre que no solo creía que hay un Dios, sino que Dios es recto y justo, esencialmente diciendo: "Estamos sufriendo
este destino porque hemos quebrantado la ley de Dios". Por ende añadió, con respecto a Jesús: "pero
este nada malo ha hecho" (v. 41b). ¿Cómo
lo sabía? ¿Conocía a Jesús como el Cristo antes de su crucifixión y, por lo
tanto, sabía que Jesús era inocente de los crímenes que se le imputaban? ¿O se dio cuenta de que Jesús era el Cristo
mientras sufrían juntos en sus respectivas cruces? De una u otra manera, el criminal, al final de
su breve vida, conoció sus pecados, reconoció a su Salvador, y buscó el perdón.
El hombre entonces se volvió
hacia Jesús y "decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (v.
42). Ahora bien, dado que "decía"
es un verbo activo imperfecto que habla de una acción continua en el pasado, el
hombre no solo le pidió una vez a Jesús que se acordara de él; ¡él lo "decía"
una y otra vez! El criminal crucificado
ahora sabía que Jesús era tanto Rey como Cristo, y que Él iba a entrar
absolutamente en Su reino después de la muerte.
Pidiéndole a Jesús que nunca lo olvidara, el criminal arrepentido ahora
quería estar con Jesús, después de haber abandonado su vida de crimen y pecado. Por lo tanto, "acuérdate de mí...".
Esta es una clara declaración de fe, que
revela el corazón arrepentido de un hombre moribundo.
Por muy hermoso que sea el
corazón arrepentido del criminal, nada es más hermoso que la gracia de Dios en
medio de Su propio sufrimiento, mientras Él garantiza la salvación del criminal
arrepentido. La respuesta inmediata de
Jesús a la súplica del hombre fue: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo
en el paraíso". Primero, notar las
palabras "en verdad" (gr. amēn), porque las palabras que
siguen de la boca de Jesús serán verdad absoluta. En segundo lugar, observar el lugar donde
Jesús dice que estará el criminal arrepentido: el Paraíso. Este término griego significa
"jardín", usado tres veces en el Nuevo Testamento. En 2 Corintios 12:4 se refiere al lugar donde
Dios mismo mora en luz inaccesible (cf. 1 Tim. 6:16). En Apocalipsis 2:7 se refiere a la
restauración del Edén profetizada en Isaías 51:3 y Ezequiel 36:35. Lucas lo usa aquí para referirse a la
residencia de los muertos justos que moran con Dios después de la muerte. Tercero, notar que el hombre estaría
"con" Jesús ese día en el Paraíso.
Algo para reflexionar
¿Cómo puede un criminal
empedernido, una persona que pasó su vida robando y derramando la sangre
inocente de otros, ser salvado por Jesús? Respuesta: Por la gracia de Dios, solo a
través de la fe en Jesucristo solamente.
Él no tenía nada que dar—ni limosnas, ni oraciones, ni buenas obras, ni
bautismo, ni nada. Solo fe. Y lo que fue cierto para ese criminal en la
cruz junto a Jesús, sigue siendo cierto para todos los que respiran hoy. Nadie puede pecar tan horriblemente que no
pueda clamar con fe a Jesucristo y encontrar el perdón junto con la garantía de
la vida eterna con Él en el Paraíso, a partir del mismo día en que muera. No hay purgatorio, no se necesitan más
oraciones; solo fe en Jesús y la garantía de la vida eterna con nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. ¡Esto está tan bien
ilustrado en el ladrón en la cruz! La
gracia de Dios es un don gratuito, que no exige obras, solo arrepentimiento y
fe.