Agradar al prójimo, no complacer a los hombres
Romanos 15:1-2: 1 Así que, nosotros los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Aunque Pablo ha insinuado pertenecer a lo que él designa
como "fuerte" (gr. dunatos) creyente (aquellos que descansan
seguros en su libertad en Cristo), aquí en 15:1, por primera vez, él es
explícito. Dirigiéndose a sus hermanos dunatos, dice que "debemos"
(gr. opheilō), refiriéndose a una "obligación" hacia algo o
alguien. En Hebreos
5:3, el término se refiere a la pesada obligación del sumo sacerdote de
ofrecer sacrificios por los pecados, tanto por el pueblo de Israel como por él
mismo. En este caso, la obligación descansa sobre los hombros de los dunatos
hacia los adunatos, es decir, los cristianos débiles—aquellos que aún no
han entendido su plena libertad en Cristo. Mientras que el dunatos se
refiere a los que son capaces, el adunatos se refiere a los que no
pueden. Uno es capaz de acoger/interiorizar su libertad en Cristo, el otro tiene
dificultades para hacerlo. Por lo tanto, los dunatos deben "sobrellevar"
a los adunatos.
Ahora bien, para los fuertes tener que "sobrellevar"
(gr. bastazō) alguna cosa, deben soportar algo desagradable o difícil,
ya sea en su nombre o en nombre de otra persona. Este término se usa en el
Nuevo Testamento para referirse a llevar un cántaro de agua (Mc.
14:13), a Jesús cargando Su propia cruz (Jn.
19:17), y al acto de llevar cargado a un hombre (Hch.
21:35). En el contexto de Pablo, lo que el fuerte debe sobrellevar/cargar no
es literal sino figurado, concretamente sobrellevar toda la ética hecha por hombre
bajo la cual los débiles a menudo viven: no toques, no comas, etc. Por lo
tanto, los fuertes no deben simplemente sobrellevar/soportar a los débiles
entre ellos volteando los ojos y tolerándolos; deben cargarlos en el sentido de
ayudarlos. En aras de la unidad y la semejanza a Cristo, los fuertes deben
mostrarles a los débiles la máxima cortesía, restringiendo voluntariamente sus
libertades para no ofender, para la gloria de Dios.
De acuerdo con la admonición de Pablo de amar a los demás y
hacer todas las cosas por amor (Rom.
12:9-10; 13:8),
su punto es que en lugar de que los cristianos busquen agradarse a sí mismos,
deben buscar el bien de todos, incluso del débil "en lo que es bueno".
El problema del hombre siempre ha sido su propio egoísmo, que se remonta al
Edén, donde Adán y Eva buscaban sus propios placeres en lugar de obedecer a
Dios. Por supuesto, su egoísmo no les fue de agrado por mucho tiempo, y
ciertamente no ha ayudado a su descendencia. Aunque buscar el agrado de otro
requiere el sacrificio de comportamientos egoístas, de otro modo inofensivos,
por el bienestar de "su prójimo", el agradar al prójimo no debe
confundirse con complacer a los hombres. Lo primero es un mandato (Lev.
19:18; Rom.
13:9), lo segundo está prohibido (Gál.
1:10; Col.
3:22; 1
Tes. 2:4). Agradar al prójimo es para su bien y "para su
edificación" (gr. oikodomē), un término que se refiere al acto de
construir un edificio. Mientras que complacer a los hombres se refiere a la
adulación para edificarse uno mismo y ganar favor, la edificación del prójimo
se refiere al fortalecimiento de su fe.
Por supuesto, Pablo no era ningún hipócrita. Su testimonio
lo dice todo: “A pesar de que soy un hombre libre y sin amo, me he hecho
esclavo de todos para llevar a muchos a Cristo. Cuando estaba con los judíos,
vivía como un judío para llevar a los judíos a Cristo. Cuando estaba con los
que siguen la ley judía, yo también vivía bajo esa ley. A pesar de que no estoy
sujeto a la ley, me sujetaba a ella para poder llevar a Cristo a los que están
bajo la ley. Cuando estoy con los gentiles, quienes no siguen la ley judía, yo
también vivo independiente de esa ley para poder llevarlos a Cristo; pero no
ignoro la ley de Dios, obedezco la ley de Cristo. Cuando estoy con los que son
débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo.
Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo
posible para salvar a algunos” (1 Cor. 9:19-22, NTV).
Algo para reflexionar
Como cristianos, es posible que tengamos que sacrificar nuestra libertad para no ofender a los demás. Ser todas las cosas para todas las personas se trata de conocer a aquellos a quienes testificamos y hacer lo que sea necesario para edificarlos. Comer, abstenerse, o lo que sea, pero hazlo para la gloria de Cristo y no para tu propio placer.