El ejemplo de Cristo de fuertes hacia débiles
Romanos 15:2-3: 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación. 3 Pues ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te injuriaban cayeron sobre mi.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
¿Por qué debería
importarles a los cristianos lo que piensen los demás? ¿Por qué deberíamos
esforzarnos por edificar a los demás en lugar de disfrutar de esta corta vida
llena de libertades cristianas? Sencillo; ¡es lo que hizo Jesucristo! Sus
seguidores son Sus seguidores sólo en la medida en que siguen Su ejemplo.
A los Filipenses,
Pablo escribió que así como Cristo era amoroso, así también deberían ser Sus
seguidores (Fil. 2:2). Ellos deben actuar así: "Nada hagáis por
egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros
considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus
propios intereses, sino más bien los intereses de los demás" (Fil. 2:3-4).
Jesús, "aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios
como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de
siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz"
(Fil. 2:6-8). Al escribir a los filipenses acerca de Cristo, su asunto con los
cristianos que estaban ahí era que algunos buscaban "sus propios
intereses, no los de Cristo Jesús" (Fil. 2:21). Del mismo modo, esta era su
preocupación en la Roma del primer siglo, una preocupación que existe incluso
hoy en día en la iglesia moderna.
Pablo podría
haber citado fácilmente muchos de los dichos de Cristo
acerca de cómo se esforzó por agradar a Dios y no a Sí mismo durante Su tiempo
en la tierra. En cambio, cita el Salmo 69:9, donde el rey David (r. 1010-970 a. C.) escribió
sobre el futuro Cristo: "Los vituperios de los que te injuriaban cayeron
sobre mi"—un salmo que anticipa al Mesías. Estas palabras describen
vívidamente a un hombre justo que sufre injustamente a manos de burladores que
"injuriaban" o insultaban a Dios. Esto ciertamente tiene en mente la
crucifixión de Cristo, donde Jesús soportó todo el desprecio de hombres
injustos en aras de Su Padre. En esencia, las personas estaban rechazando a
Dios al rechazar a Su Hijo. Como dijo Crisóstomo (siglo IV): "Jesús tenía
el poder de no ser injuriado, el poder de no haber sufrido lo que sufrió, si se
hubiera fijado solo en Sus propios intereses". Es posible que los fuertes
en Roma no habrían estado soportando insultos, per se, pero eventualmente
sufrirían una gran persecución en los años venideros por identificarse como
seguidores de Cristo. El emperador Nerón se encargó de ello al verter cera
sobre algunos cristianos, que venían utilizados para iluminar la noche como
velas humanas. A estos cristianos se les estaba enseñando que el ejemplo
supremo de Cristo era un modelo para sus propias vidas.
Como ejemplo de
cómo Cristo se negó a agradarse a Sí mismo, la noche en que fue traicionado, Él
oró: "glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo
antes que el mundo existiera" (Jn. 17:5). Más tarde esa noche, en
Getsemaní, Jesús imploró a Su Padre: "si es posible, que pase de mí esta
copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras" (Mt. 26:39; cf. Heb. 5:7). Claramente, Jesús solo estaba interesado en la
gloria de Su Padre: "Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y
llevar a cabo su obra" (Jn. 4:34)... "no busco mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió" (Jn.
5:18, 30)... "Porque he descendido del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Jn. 6:38). "Cuando
levantéis al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy y que no hago nada
por mi cuenta, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó. Y El que me
envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que le
agrada" (Jn.
8:25, 27-29; cf. 14:31). Así como Cristo lo hizo, así debemos hacerlo
nosotros.
Algo para
reflexionar
Pablo dijo a los
Gálatas: “¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por
agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los
hombres, no sería siervo de Cristo" (Gál. 1:10). No importa lo que piensen
los demás, solo lo que Dios piense. Permite que tu actitud hoy sea como la de
Cristo en Filipenses 2:3-5.