La gran esperanza de las Escrituras
Romanos 15:4: Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.
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Habiendo citado
un Salmo del Antiguo Testamento (69:9)
en el v. 3 para probar el punto de que Jesucristo es el ejemplo supremo del
creyente sobre cómo vivir para los demás y no para uno mismo, Pablo matiza lo
que dijo reflexionando sobre esta cita del Antiguo Testamento. La citó porque
era Sagrada Escritura, y esas Sagradas Escrituras se transmitieron a través del
tiempo y se guardaron del error "para nuestra enseñanza". En
realidad, todas las referencias del Nuevo Testamento a las Escrituras apuntan
al Antiguo Testamento, con la excepción de 2
Pedro 3:16 donde Pedro habla de las cartas del apóstol Pablo como sagradas.
Pero cuando Pablo habló de que toda la Escritura era "inspirada por Dios y
útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra"
en 2 Timoteo 3:16-17, estaba hablando específicamente del Antiguo Testamento.
También, Pedro, cuando dijo que "ninguna profecía de la Escritura es
asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un
acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo
hablaron de parte de Dios" (2 Pe. 1:20-21), él hablaba del Antiguo
Testamento. Claramente, por lo tanto, todo el Antiguo Testamento es para
"nuestra enseñanza" (cf. 1
Cor. 10:11).
Ahora bien, Dios
no guardó la Escritura solo para la enseñanza del hombre,
porque la enseñanza piadosa es "a fin de que por
medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”.
Tener "paciencia" (gr. hupomonē) es tener el poder de soportar las
dificultades o el agobio. Además, de tener "consuelo" (gr.
paraklēsis), como teniendo una fuente de consuelo. Por lo tanto, tener la
Sagrada Escritura, un reflejo de Dios y Su carácter, es tener
"esperanza"—tener a Dios mismo, la "esperanza de Israel, Salvador
suyo en tiempo de angustia" (Jer. 14:8). Los salmistas hablan
continuamente de su esperanza en Dios. Un escritor hace y responde a su propia
pregunta: ¿Por qué te abates, alma mía...? Espera en Dios, pues he de alabarle
otra vez por la salvación de su presencia" (Sal. 42:5). Otro salmista se
predica a sí mismo diciendo: "Alma mía, espera en silencio solamente en
Dios, pues de Él viene mi esperanza" (Sal. 62:5). En el Salmo 119, David le
pide a Dios: "Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has
hecho esperar" (v. 49). Y en el v. 116 ruega a Dios diciendo: "Sostenme
conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi
esperanza".
La esperanza del
creyente no debe confundirse con un deseo; es una creencia firme basada en las
promesas de Dios que no miente. Job dijo que "la esperanza del impío
perecerá" (Job 8:13) simplemente porque los impíos no tienen esperanza en
las promesas de Dios. Santiago 5:11 habla de la esperanza de Job diciendo:
"Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron... la paciencia
de Job, y… el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo,
y misericordioso". Ciertamente, Job es un excelente ejemplo de la
esperanza de un hombre piadoso en la justicia y la rectitud del Señor. Él se
enfrentó a las circunstancias más deplorables, pero perseveró a través de ellas
y soportó todo lo que Satanás pudo desatar sobre él. No es de extrañar que Dios
lo llamara "intachable y recto" (Job 1:8).
Claramente, la enseñanza
en la palabra de Dios (las Escrituras) otorga perseverancia a través de pruebas,
y consuelo para hacer lo que agrada a Dios. En este contexto (14:1-15:13), es
una exhortación a agradar a los demás por encima de uno mismo. La esperanza de
todos los cristianos se encuentra en Dios, y Dios se encuentra en la Biblia.
¡Los dos son inseparables! Entonces, puesto que Jesucristo es llamado "el
Verbo" (Jn.
1:1, 14),
y puesto que Él es "nuestra esperanza" (1
Tim. 1:1), no hay esperanza sin Él. Por lo tanto, la declaración
explicativa de Pablo en Romanos 15:4 tiene la intención de llevar a los
lectores de regreso al poder de las Escrituras, y encontrar fortaleza para
lidiar con las dificultades asociadas con los creyentes débiles y fuertes.
El Antiguo
Testamento está cargado de ejemplos de hombres que dejaron de lado sus derechos
por el bien de un hermano más débil. Abraham (Gén.
13:8-9), Jonatán (1
Sam. 19:4), David (1
Sam. 24:10), y Moisés (Heb.
11:24), fueron tales hombres. Al negarse a exigir su propia manera,
prosperaron como hombres impulsados a agradar a Dios, no a sí mismos. Al leer
el Antiguo Testamento, aprendemos lecciones valiosas de sus vidas.