Orando (agonizando) los unos por los otros
Romanos 15:28-33: 28 Así que cuando haya cumplido esto y les haya entregado esta ofrenda, iré a España llegando de paso a veros. 29 Y sé que cuando vaya a vosotros, iré en la plenitud de la bendición de Cristo. 30 Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que os esforcéis juntamente conmigo en vuestras oraciones a Dios por mí, 31 para que sea librado de los que son desobedientes en Judea, y que mi servicio a Jerusalén sea aceptable a los santos, 32 y para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y encuentre confortante reposo con vosotros. 33 El Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al no tener una esposa, pero estando casado con un
ministerio evangelístico de primera línea, Pablo no tenía planes de regresar a
casa y relajarse. Su plan era viajar 500 millas al este de Jerusalén desde
Corinto (Acaya), y luego viajar de regreso al oeste hacia Roma (otras 1500
millas), y luego dirigirse a España (otras 600 millas más o menos). Se
desconoce si llegó a España, ya que después de llegar a Jerusalén, fue
arrestado, encarcelado, enviado a una prisión en Cesarea durante dos años,
luego fue a Roma bajo arresto, en un barco lleno de criminales, para ser
juzgado en presencia del propio emperador.
Así que, en el v. 29, cuando Pablo les dijo a los romanos
que vendría "en la plenitud de la bendición de Cristo", no se
equivocó, aunque llegó más tarde a Roma encadenado. Pablo fue victorioso
dondequiera que iba, ya fuera encadenado o con dolores, porque él fue fiel en
sus dificultades. Durante su ministerio, sufrió encarcelamientos, golpizas, un
apedreamiento, y burlas (2
Cor. 11:23-27)—todo lo cual se sumaba a la "plenitud de la bendición
de Cristo". Como cualquier ministro que valga la pena, Pablo tenía una
misión clara de proclamar a Cristo, incluso frente al dolor o la muerte.
En el v. 30 Pablo apela a sus hermanos, en el nombre de
Cristo y "por el amor del Espíritu", a que oren por él. Orar en el
nombre de Cristo es orar conforme a la voluntad de Dios (1
Jn. 5:14), y orar "por el amor del Espíritu" es orar por el amor
que el Espíritu inspira, es decir, el amor que los cristianos tienen unos por
otros—un amor que ha sido derramado en nuestros corazones por medio del
Espíritu Santo (Rom.
5:5). Pablo quería que los romanos se "esforzaran" (gr.
agōnizomai) junto a él—que lucharan con él, espiritualmente hablando (esp.
agonizar). Este término se utilizaba para eventos deportivos en los que los
concursantes, como luchadores o boxeadores, luchaban entre sí. Pablo
simplemente está pidiendo a sus hermanos cristianos que entren en su lucha a
través de oraciones en representación suya. La oración es a menudo así, porque
cuando uno ora por otro, ingresa en esa arena de guerra espiritual.
La petición de oración de Pablo era que fuera liberado de la
batalla que sabía que iba a enfrentar cuando entrara en Judea. Al igual que
Cristo, la vida de Pablo estaba en peligro allí, y a pesar de las oraciones en
su nombre, fue allí donde Pablo fue acusado falsamente y arrestado por los
"desobedientes", un término griego que significa "obstinado".
En este contexto, se refiere a judíos que se negaron a creer en el evangelio.
Pablo sabía que ellos lo odiaban y querían matarlo (cf. Hch.
9:20, 23, 30), por lo que pidió oración. Él quería ser liberado de esto
para poder continuar su ministerio. No les tenía un miedo verdadero, ya que les
dijo a los efesios: "voy a Jerusalén sin saber lo que allá me sucederá, salvo
que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo
que me esperan cadenas y aflicciones. Pero en ninguna manera estimo mi vida
como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio
que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de
la gracia de Dios" (Hch. 20:22-24). Simplemente quería que su ministerio
beneficiara a los "santos"—aquellos a quienes Dios salva por medio de
la fe solamente, en el Señor Jesucristo solamente.
Algo para reflexionar
El pueblo de Dios, que pelea la batalla espiritual que nunca
termina, necesita la oración de otros que pelean la misma batalla. Debemos
refrescarnos unos a otros con nuestra compañía, y ser una bendición para los
demás a través de la oración, no una maldición. Que el Dios de paz prevalezca
sobre nosotros para hacer precisamente eso.