Salmo 13:3-4 --- Oración de petición con confianza
Salmo 13:3-4: 3 Considera y respóndeme, oh Señor, Dios mío; ilumina mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte; 4 no sea que mi enemigo diga: Lo he vencido; y mis adversarios se regocijen cuando yo sea sacudido.
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Los dos
primeros versículos del Salmo 13 expresan la angustia de David y el reconocimiento
de que Dios tiene el control de sus dolorosas circunstancias. Ahora, en los vv.
3-4, David comienza su oración de petición. Ha venido al trono de la gracia, y
está haciendo una petición confiadamente a Dios por liberación. Así es como un
hombre de Dios se acerca al Todopoderoso. Algunos nunca se atreverían a
hablarle a Dios de esta manera, mientras que otros podrían maldecir a Dios con
arrogancia. Pero aquellos con un verdadero vínculo con Dios se acercan
respetuosamente a Él con confianza para ayudarlos en sus momentos de necesidad
(Heb.
4:16). David lo hacía regularmente.
La primera
petición de David está escrita como mandato: "¡Considera!". La
palabra hebrea significa "mirar". Dado que David se lamentó de que
Dios había apartado Su rostro de él en el v. 1, es como si David estuviera
ahora enfrente de Dios clamándole que volteara Su cabeza hacia él para
bendecirlo. David no estaba siendo irrespetuoso, sino que estaba mostrando su confiada
fe en Dios. Después de todo, David no tenía nada que perder debido a que ya había
tocado fondo producto de su prolongada agonía. Él estaba cansado del silencio
de Dios, y necesitaba Su consuelo. Así que resolvió pedir confiadamente y con respeto
al Único que podía sacar su alma de las profundidades de la desesperación, el
Dios Todopoderoso.
La segunda
petición de David a Dios fue: "¡Respóndeme!". A veces las respuestas
de Dios a las oraciones de Sus santos llegan lentamente, y a veces no llegan en
absoluto, al menos no las respuestas que buscamos. Dios puede responder
afirmativamente o negativamente. A menudo, Dios simplemente dice "¡espera!",
mientras pone a prueba nuestra fe. No parece que David estuviera buscando
respuestas lógicas a sus preguntas sobre sentirse abandonado; más bien, parece
necesitar la seguridad de Dios de que Dios estaba con él durante sus momentos
más oscuros. A veces, las situaciones difíciles requieren que la persona
adecuada, o cualquier persona si vamos al caso, esté presente. ¿Y quién mejor
que el Señor? David llamó a Dios "Dios mío", y lo llamó por Su
nombre: "Yahweh" (Señor). Es como si estuviera clamándole a su Amigo
y Compañero más cercano. ¡Eso sí que es un modelo para una oración de petición!
Cuando un
prisionero ha estado confinado en una habitación oscura, en confinamiento
solitario durante un tiempo, no sale con un aspecto renovado y seguro. Sus ojos
no están acostumbrados a la luz después de languidecer en la oscuridad. Así
parece ser como David se sintió, y eso impulsó su tercera petición a Dios: "¡Ilumina
mis ojos!". Él estaba cegado por la prisión de tinieblas, por así decirlo,
en la que se había convertido su vida. Así que, como cualquier persona en las
profundidades de la desesperación, David clamó por restauración y luz. Dios lo
había llevado a lo más bajo, pero David sabía que su Dios era el "Padre de
las luces" (Stg.
1:17). Y su Dios enviaría más tarde a Su Hijo, Jesucristo, como la
"luz del mundo" (Jn.
8:12; 9:5) quien
derrotaría a la muerte misma. Por lo tanto, David sabía que su temor de
"dormir el sueño de la muerte" solo podía ser rectificado a través de
Aquel que podía "iluminar" sus ojos.
El temor
de David mientras oraba no era tanto que él fuera a morir, sino lo que sus
enemigos dirían acerca de él y de su Dios si él moría. Tenía celo por la gloria
de Dios y, siendo siervo de Dios, temía que si moría en humillación, Dios sería
castigado y burlado. Después de todo, él era David—¡el que mató a Goliat! Así
que su oración no era solo para él; también contenía un celo justo por Dios y
Su gloria. No era una demanda egoísta, sino una petición justa.
Algo
para reflexionar
Las
palabras de David son reconfortantes en cierto sentido, porque a los cristianos
se les enseña a vivir la vida abundante y victoriosa, incluso cuando tiempos de
oscuridad y decepción nos abruman. Creo que esta es la razón por la que muchos
tienen miedo de contarles sus problemas a otros cristianos—por miedo a que se
aprovechen. Pero está bien derramarle tu corazón a Dios, incluso expresándole
tu enojo. Él ya sabe cómo te sientes, así que sé honesto con Dios y sé abierto
con Él. Él restaurará tu alma.