Salmo 32:1-2 --- Pecado y perdón
Salmo 32:1-2: 1 ¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! 2 ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño!
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Observamos aquí tres palabras para pecado y tres palabras
para perdón de esos pecados. Primero, David habla de su
"transgresión" (heb. peshah). Este término significa "irse; partir".
En este contexto, se refiere a un alejarse de Dios y de Su ley. En resumen, la
transgresión se refiere a que alguien conoce la verdad y la ignora
deliberadamente. La transgresión es, por tanto, un pecado contra Dios, sólo
contra Dios (cf. Sal.
51:4). Ciertamente David pecó contra Betsabé y su esposo, a quienes mató, al
igual que contra la nación a la que servía como rey. Pero, ante todo, pecó
contra Dios. Alexander Maclaren escribió refiriéndose a la transgresión: "Uno
no ha llegado al fondo de la oscuridad hasta que vea que se trata simple y
llanamente de una rebeldía contra Dios mismo".
Un segundo término que David usa para pecado en el Salmo 32,
es "pecado" (heb. chattath) en el v. 1. Similar al término griego
para pecado (hamartia), significa "quedarse corto" de una marca. En
el mundo antiguo, el término se usaba en el tiro con arco para describir a
alguien que falla su objetivo, cuya flecha "se queda corta". Por lo
tanto, el pecado es el hecho de que el hombre no alcanza el estándar perfecto
de Dios, un fracaso en estar a la altura de Él.
David usa un tercer término en el v. 2 para pecado, a saber,
"iniquidad" (heb. hawon)—pervertido; culpable. Entonces, si juntamos
los tres términos, vemos que nosotros, como humanos, hemos transgredido;
estamos en rebeldía contra Dios. No hemos alcanzado el estándar perfecto de
Dios; por lo tanto, todos somos pecadores, porque no guardamos la ley divina de
Dios. Por lo tanto, nos hemos corrompido a nosotros mismos y somos culpables,
cargando con nuestra propia carga de culpa. En resumen, somos desde el vientre
materno depravados y necesitados de un Salvador (cf. Rom.
3:10-12).
Ahora notamos tres términos usados por David para describir
cómo Dios tratará con nosotros cuando confesemos y nos arrepintamos de nuestros
pecados. Primero, notar que los bienaventurados de Dios son "perdonados"
después de la confesión. El término significa "levantado". Por lo
tanto, la transgresión es como un peso pesado sobre nuestra alma que es
"levantado" por Dios cuando la confesamos y nos arrepentimos de ella.
Cuando confesamos nuestros pecados, Dios los quita "como está de lejos el
oriente del occidente" (Sal.
103:12). Entonces Dios ya no "recordará" más nuestro pecado (Isa.
43:25).
Un segundo término que describe las acciones de Dios ante
nuestros pecados es "cubierto" (heb. keseh). Aquí, se nos recuerda la
imagen del Día de la Expiación (Yom Kippur) en Levítico 16. En el Día de la
Expiación, el sumo sacerdote de Israel tomaba la sangre de un animal que él había
sacrificado recientemente en el templo, y la llevaba al Lugar Santísimo, donde
solo él podía entrar, y eso solo una vez al año. Fue allí donde rociaba la
sangre del animal muerto en el propiciatorio del Arca de la Alianza—la
"cubierta" del arca. La sangre era rociada sobre la cubierta del Arca
porque separaba la presencia del Dios santo, simbolizado como habitando en el
espacio entre las alas de los querubines sobre el arca, y la ley quebrantada de
Dios que estaba contenida en el Arca misma. Por lo tanto, cubría la Ley de Dios
quebrantada, protegiendo al pecador del juicio divino. Notablemente, en el
Nuevo Testamento, en el texto griego, el término para "propiciatorio"
es "propiciación". Este término significa "satisfacer", es
decir, el acto de desviar la ira de Dios. David simplemente habla de ello como
"cubrir".
Un tercer término usado por David para significar el perdón
de Dios en el Salmo 32:2 es que Dios no "culpa" o "imputa"
(heb. chashab). En realidad, este término describe lo que Dios no hace; Él
"no toma en cuenta" el pecado contra nosotros. Este término, usado en
contabilidad, es la palabra que Pablo usó en Romanos
4:7-8 para explicar cómo Dios escribe nuestro pecado en el libro de
contabilidad de Cristo, ¡y lo castiga a Él por lo que nosotros hicimos! Esta es
la razón por la que Cristo murió en la cruz, pagando con la muerte—la paga de
nuestro pecado (Rom.
6:23).
Algo para reflexionar
Todos hemos pecado, y la paga del pecado es muerte (Rom. 3:23; 6:23). Pero cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8). Recíbelo y encuentra el perdón eterno (Rom. 10:9-10).