Salmo 32:3-5 --- El dolor físico del pecado no confesado
Salmo 32:3-5: 3 Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. 4 Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. (Selah) 5 Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la culpa de mi pecado. (Selah)
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Reflexionando sobre su pasado, David habla de la época en
que "calló" acerca de sus pecados antes de su confesión y
arrepentimiento. Obviamente, la culpa de su pecado estaba carcomiendo su
conciencia, y como resultado, su "cuerpo se consumió con... gemir durante todo
el día". Aunque sabía que había pecado, su silencio significa que pensó
que nadie más lo sabía. No queriendo hablar de ello, esperando que simplemente
desapareciera, el cuerpo físico de David se consumió por la culpa de su pecado.
La palabra para "cuerpo" en el v. 3 es literalmente
"huesos" en hebreo. En otras palabras, lo que había ocurrido
espiritualmente lo estaba afectando físicamente, y literalmente podía sentirlo
en su cuerpo. Esta experiencia psicosomática es común en las personas con
conciencia, y muestra cuán conectada está la mente con el cuerpo, y cómo el
cuerpo físico puede sufrir de estrés mental y espiritual. El término "gemir"
es la misma palabra que se usa para el rugido de un león, excepto que en este
caso se refiere a la confusión interna por la propia culpa. Está claro en el v.
3 que el pecado de David con Betsabé pesó mucho sobre él "durante todo el
día", sin permitirle nunca un momento de paz.
Al comentar sobre el v. 3, David dice en el v. 4 que no pudo
escapar de la pesada mano de Dios sobre él por su pecado, porque su conciencia
le recordaba todos los días lo que había hecho. Por supuesto, la
"mano" de Dios es un antropomorfismo—dar cualidades humanas a Dios,
quien no tiene forma humana, sino que es espíritu (Jn.
4:24). Sin embargo, la conciencia de David sintió el peso literal de la
mano de Dios agarrando su vida con firmeza. Sabía que Dios no tomaba la rebeldía
a la ligera, porque había observado la pesada mano de Dios sobre la vida de
Saúl antes que él. Ahora, sin embargo, David sintió el dolor y la angustia de
Saúl, y su "vitalidad se desvanecía con el calor del verano". Puesto
que la palabra para "vitalidad" es "humedad", David habla
de la pesada mano de Dios sobre él como el sol ardiente que cae sobre él en
medio del verano, sintiéndose cada día más y más letárgico y sin esperanza, sin
vida, y sin energía. Al decir esto, él sigue con el la palabra hebrea
"Selah" que señala una "pausa" después de un pensamiento.
Es posible que haya querido que los lectores hicieran una pausa y reflexionaran
sobre lo que había dicho, meditando por un momento sobre la magnitud de la
verdad con respecto al pecado no confesado y sus efectos.
En el v. 5, David reflexiona sobre cómo su culpa lo llevó
finalmente a confesar su pecado a Dios. Una vez que tocó fondo, le dijo a Dios
lo que Dios ya sabía, concretamente, que había pecado en gran manera. Primero,
David "manifestó" su pecado. Literalmente: "te conocí mi
pecado". Por lo tanto, David asumió toda la responsabilidad de su
transgresión, admitiendo abiertamente todo lo que hizo. En segundo lugar,
sabiendo que su "iniquidad" o castigo, era merecido, él no trató de
"encubrirla" inventándose excusas. En resumen, David le dijo a Dios
lo que Él ya sabía al confesar sus transgresiones y estar de acuerdo con Dios
acerca de la naturaleza de ellas. Aunque había pecado contra Betsabé y su
esposo, confesó sus pecados a Dios, porque era contra Dios contra quien había
pecado (cf. Sal.
51:4; 2
Sam. 12:13). Esta es la razón por la que David es capaz de decir que Dios
perdonó la culpa de su pecado, quitándola y no recordándola más. Por lo tanto,
David se sintió aliviado y pudo vivir en la bienaventuranza de Dios.
Algo para reflexionar
Quizás las enfermedades mentales que padecemos se deban a la culpa, no pudiendo dejar ir el remordimiento que sentimos por algo que hemos hecho en el pasado. Esta "enfermedad", como se la llama hoy, ciertamente tiene una cura, porque aquellos que confiesan a Dios y se arrepienten de lo que han hecho, serán perdonados, ¡sin importar lo que hayan hecho! Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).