Salmo 32:6-7 --- Dios es nuestro escondedero
Salmo 32:6-7: 6 Por eso, que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente, en la inundación de muchas aguas, no llegarán estas a él. 7 Tú eres mi escondedero; de la angustia me preservarás; con cánticos de liberación me rodearás. (Selah)
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"Por eso" es un marcador de conclusión, que resume
lo que se dijo anteriormente. El contexto anterior se refiere a la
bienaventuranza que sigue a la confesión y al arrepentimiento del pecado—seguir
adelante con Dios en un caminar firme y amoroso con Él. David concluye que
todos los que son "santos", literalmente "íntegros", deben
buscar al Señor por medio de la oración "en el tiempo en que puedas [Dios]
ser hallado". Esta frase simplemente significa que mientras una persona
pecadora tenga aliento de vida, puede orarle a Dios, confesar sus pecados, y
ser perdonada. Dios está siempre presente, esperando pacientemente que los
pecadores se arrepientan. Él no se ha escondido a Sí mismo, y nadie ha
transgredido tan horriblemente que Dios no esté disponible para ellos. Al igual
que el padre del hijo pródigo (Lc.
15:11ss.), Dios es un Padre amoroso que espera que Sus hijos descarriados
se arrepientan y reciban Su perdón para que pueda restaurarlos.
Los "santos", los que son leales a Dios, no pueden
ser derribados por una "inundación de muchas aguas" (v. 6). Estas
personas, perdonadas de sus pecados, son como un muro alto que las aguas de la
inundación no pueden penetrar. Pero esto solo es posible a través de la
oración, la confesión, y el arrepentimiento. Sin estos, el pecado abruma a la
persona como un diluvio, alcanzando sus vidas y arrastrándolas mar adentro. No
importa cuán sin esperanza pueda llegar a ser la vida, los santos se elevan por
encima de ella al mantener su caminar con el Señor, confesando sus pecados unos
a otros (Stg.
5:16), y nunca permitiendo que pase demasiado tiempo entre sus
transgresiones y su arrepentimiento de su rebeldía.
En el v. 7, David vuelve sus ojos hacia el cielo y llama a
Dios su "escondedero"—similar a que Dios es un "refugio… y
fortaleza" (Sal.
91:2) para los pecadores—un lugar donde ningún daño puede alcanzar a
aquellos que buscan la protección de Dios. En el contexto, el "escondedero",
o lugar de cobertura, de David proporcionaba la libertad de sí mismo, de su
propia conciencia que lo mantenía cautivo. Notablemente, David estaba rodeado
en su escondedero con "cánticos de liberación"—literalmente con
"gritos de liberación me rodeas". Esto representa a Dios acobijando a
Su pueblo y gritando el grito de victoria a todos los que pudieran amenazar a Su
pueblo. ¡No es de extrañar que David se sintiera tan libre en el escondedero de
Dios!
Sin duda, David ciertamente está hablando de seguridad
espiritual, no física per se. Porque aunque Dios sí concede seguridad física en
algunos casos, no la garantiza en todo momento. Después de todo, los cristianos
han sido martirizados durante siglos, y la muerte nos alcanza a todos
eventualmente. Los problemas de David eran mentales y le creaban un problema
psicosomático. Cuando guardaba sus pecados para sí mismo, la culpa lo carcomía.
Sin embargo, sin importar la circunstancia que enfrentara—muerte, enfermedad, o
persecución—él estaba protegido por el Señor, con quien estaba libre de culpa
al confesarse.
Algo para reflexionar
¿Alguna vez has notado a personas que simplemente tienen esa
paz interior cuando los tiempos difíciles entran en sus vidas? No pueden ser
sacudidos porque su gozo proviene de su relación personal con Dios a través de
Cristo. Lo conocen como "Padre", y su esperanza está en la verdad de
su adopción como Sus hijos a través de la fe en Cristo. Como hijos de Dios, son
perdonados de todos los pecados y caminan en comunión con Él—a diario. Ese es
el tipo de paz y felicidad de la que el mundo no sabe nada. Es una paz que no
se va cuando las inundaciones y los incendios se llevan nuestros hogares,
cuando cáncer es detectado en nuestro cuerpo, o cuando un trágico accidente
automovilístico cobra la vida de un niño inocente. Estas cosas nos suceden a
todos, pero la paz de Dios y la felicidad que trae son inquebrantables para
aquellos que mantienen sus conciencias limpias caminando con Cristo. Si has
frustrado esa felicidad hoy debido al pecado en tu vida, entonces, ¿tal vez sea
hora de que lo confieses y disfrutes de la paz de Dios? Por lo menos,
"¡Selah!"—reflexiona en el reto de hacerlo.