Salmo 19:1-6 --- La revelación natural de Dios

 

Salmo 19:1-6: Para el director del coro. Salmo de David.  1 Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día, y una noche a la otra noche revela sabiduría. No hay mensaje, no hay palabras; no se oye su voz. Mas por toda la tierra salió su voz, y hasta los confines del mundo sus palabras. En ellos puso una tienda para el sol, y este, como un esposo que sale de su alcoba, se regocija cual hombre fuerte al correr su carrera. De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta el otro extremo de ellos; y nada hay que se esconda de su calor.

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Los cielos y la tierra existen claramentevisibles para todos los que son capaces de verlos y darles sentido.  Negar que existen es equivalente a negar nuestra propia existencia. Sin embargo, para negar nuestra propia existencia debemos existir para poder negarla.  Por lo tanto, ¡existimos! Parte de nuestra existencia es notar otras existencias, como el universo. ¿Quién o qué lo hizo, y por qué? Tal Creador debe haber tenido un propósito al crear tal belleza y diseño.  El salmista (David) creía de todo corazón que el Creador es Dios.  David también creía que el propósito de la creación de Dios es declarar Su propia existencia (v. 1), porque "los cielos proclaman la gloria de Dios".  La naturaleza del verbo hebreo (saphar) habla de revelación perpetua de la "obra de sus [de Dios] manos", porque cada día y cada noche la obra de las manos del Creador "transmite el mensaje". ¡Nunca un día libre!

Matthew Henry escribió: "Del resplandor de los cielos podemos deducir que el Creador es luz; la vasta extensión de los cielos denota Su inmensidad; la altura de ellos, Su trascendencia y soberanía, la influencia de ellos sobre esta tierra, Su dominio, providencia y caridad universal: y todos declaran Su poder todopoderoso, por el cual fueron hechos al principio, y continúan hasta el día de hoy".

Ahora bien, debido a que la ciencia revela que todo efecto exige que haya una causa, entonces el efecto de los cielos y la tierra debe tener una causa—¡una causa poderosa! No podrían existir a menos que fueran creados, porque toda sucesión y movimiento deben tener un origen, ya que es absurdo suponer que podrían crearse a sí mismos. La Biblia dice que esa Causa es el Dios eterno que, por definición, no tiene principio, ya que es eterno. Como Dios no es un efecto, Él no necesita una causa. Dios es, por lo tanto, el Creador de todas las cosas, infinitamente sabio, asombrosamente poderoso, intrínsecamente bueno, y totalmente santo.

En los vv. 3-4, los cielos que Dios creó no hablan con palabras, sin embargo, su "voz" impregna la tierra.  Debido a que el término "voz" puede referirse a una línea de texto (Isa. 28:10, 13), el escritor pudiera querer indicar que, así como una línea de texto escrito da información, así también la creación habla como un libro.  Uno puede mirar al cielo y escribir volúmenes sobre lo que ve, oye y experimenta.  Es notorio, pues, que esta “voz” se extiende hasta los confines de la tierra, de modo que todos los que la notan son responsables de la información inherente a ella, es decir, la gloria de Dios (cf. Rom. 10:17-18).  Adicionalmente, es en esta "voz" de información que el Creador ha hecho una morada, una "tienda", para el sol.  Esto es el espacio—también creado por Dios—en toda su inmensidad, porque alberga no solo el sol y la luna de la tierra, también alberga las estrellas y las numerosas galaxias fuera de nuestra propia Vía Láctea.

En el v. 5, el sol que parece asomarse gozosamente por el horizonte cada día se compara con un novio en el día de su boda, ansioso por tomar a su esposa para sí.  Al igual que un "hombre fuerte" que busca "correr su carrera", o un atleta que se muere de ganas por mostrar sus talentos, el sol que Dios creó está ansioso por irradiar vida a la creación de Dios, día y noche.  Dando la impresión que sale por el este y se pone por el oeste día tras día, el sol lo ve todo; nada se le oculta.  Al decir esto, el escritor pudo haber tenido en mente mitos paganos, ya que se pensaba que el mitológico dios sol era un dios de justicia, y nadie podía escapar de su mirada desde el cielo.  Cualquiera que haya sido su razón por decir eso, David escribe de tal manera que evoca una respuesta de gratitud a Dios por Su gloria revelada en la creación—Su creación majestuosa, imponente y vivificante.

Ciertamente, la obra de Dios les habla a todos (Rom. 10:18), ¡evocando nuestro sacrificio de alabanza!