Hebreos 2:1 --- ¿Descuidar tu salvación?
Hebreos 2:1 Por tanto, debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos.
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Toda enseñanza doctrinal exige una respuesta. No hay
propósito en enseñar la doctrina bíblica a menos que haya una aplicación de
vida para extraer de dicha información. Entonces, después de una clara
exposición en el primer capítulo de Hebreos con respecto a la superioridad de
Cristo sobre todas las cosas, lo cual incluye a los ángeles, el autor saca una
conclusión, indicado por las palabras "Por tanto" en 2:1. La
aplicación que el autor busca en referencia a la superioridad de Cristo, a lo
largo de esta antigua carta, es la obediencia fiel a Jesucristo, porque no hay
nadie que rivalice con Él. Él es Dios. Nadie ni nada es mejor.
La obediencia específica que el autor busca en el v. 1 es:
"debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos
desviemos". Por supuesto, la información que tenía la audiencia era que
Jesús era el Mesías, el Profeta tan esperado a semejanza de Moisés (Deut.
18:15), el Hijo de David (2
Sam. 7:14; Heb. 1:5). Ese tipo de información era importante. No debe ser
ignorada en favor de los ángeles o de cualquier otra idea que pueda trivializar
la existencia de Cristo. Pero el peligro de no prestar mucha atención era el
peligro de desviarse de la verdad.
Las dos frases en el v. 1, "prestar mucha mayor atención"
(gr. prosechō) y "desviemos" (gr. pararreō) son una sola palabra en
griego, y ambas tienen matices marineros. Prosechō se usa en relación con atar
un barco a un muelle para asegurarlo. Del mismo modo, pararreō se usa para referirse
a un barco que costeaba al lado de un puerto. Juntos, estos dos términos
advierten a todos que tengan presente el evangelio de su salvación. Los
creyentes que descuidan su salvación por apatía corren el peligro de hacer naufragar
su fe (cf. 1
Tim. 1:19), o apostatar—apartarse/separarse. Además, los incrédulos pueden
rechazar a Cristo solo mientras dure el tiempo en que no hayan eventualmente navegado
más allá del punto de no retorno—su propia muerte prematura. Su indiferencia a
las doctrinas de la gracia, si no se trata, eventualmente hará naufragar sus
vidas (cf. 6:19).
Esto hace que la conclusión de 2:1 sea aplicable tanto para creyentes como para
incrédulos.
Dado que hay parábolas en el Nuevo Testamento que ilustran
la apostasía (Mc.
4:1-20; cf. Mt. 13:24-30, 36-43), junto con otros pasajes y contextos que
hablan de creyentes profesos que se desvían de su fe (Heb.
6:4-8; 10:25-26; 1 Jn. 2:19), muchos concluyen que la salvación de uno
puede perderse. El problema, sin embargo, no es que una persona pueda perder su
salvación, porque la salvación es un regalo de Dios, eternamente seguro (Jn.
10:28; Efe. 1:13-14; Jud. 1). No hay nada que un cristiano pueda hacer para
perder su salvación. Así que la pregunta no es: ¿Puede uno perder su salvación?
Más bien, la pregunta es: ¿Quién tiene realmente la salvación? Porque no todos
los que llaman a Cristo "Señor" son verdaderamente salvos (Mt.
7:21-23). El escritor de Hebreos escribió principalmente a una audiencia
judía que profesaba fe en Cristo (10:32-34),
pero también incluyó a aquellos que habían creído intelectualmente en Cristo y
que no le habían entregado sus vidas a Él (6:1-8).
Y, sin embargo, el autor tenía un tercer grupo en mente: aquellos que
simplemente no creían en absoluto (9:11-13).
Por lo tanto, Hebreos 2:1 es para todos, exhortando a que nadie descuide la
salvación.
Algo para reflexionar
Muchos cristianos profesos tienen una actitud casual e
indiferente hacia el pecado y Cristo. Con demasiada frecuencia, la gente
simplemente dice: "Yo solo soy humano y los humanos cometen errores".
Esta actitud estuvo en Adán, quien, antes de su rebeldía, decidió que comer lo
que estaba prohibido era su derecho. Aparentemente él pensó que Dios lo
entendería. ¡Esto muestra lo poco que ha cambiado la humanidad! Tendemos a
olvidar el precio que tuvo que ser pagado para el perdón de nuestros pecados, y
cuando lo hacemos, simplemente no valoramos a Dios y seguimos pecando. Pero la
verdadera fe en Jesucristo se manifiesta a través de una fe madurando (cf. 2
Ped. 1:5-10)—santificación progresiva. Una fe madurando crece más profundamente
a medida que pasa el tiempo, nunca se desvía lejos de la verdad, siempre se
esfuerza por la verdad. Entonces, dado que una fe creciente protege contra el
desviarse, busquémosla diariamente a través del estudio de la Biblia, la
oración, y la adoración.