Salmo 37:34-40 --- La tierra prometida cumplida
Salmo 37:34-40: 34 Espera en el Señor y guarda su camino, y Él te exaltará para que poseas la tierra; cuando los impíos sean exterminados, tú lo verás… 39 Mas la salvación de los justos viene del Señor; Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. 40 El Señor los ayuda y los libra; los libra de los impíos y los salva, porque en Él se refugian.
Vemos
injusticias todos los días en nuestro mundo. Mujeres y niños inocentes son
abusados, y los hombres son literalmente asesinados simplemente por ser
cristianos—a veces
simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Hay
justicia en este mundo? Sí, la hay, pero no hay justicia suprema/definitiva—al menos no todavía. Esa justicia definitiva,
sin embargo, se nos promete en las Escrituras.
Cuando
Dios llamó a Abram (más tarde Abraham) en Génesis
12:1-7, le prometió a él y a sus descendientes la tierra de Canaán (la
actual Palestina / Israel), donde también prometió bendecirlos por la eternidad
(Génesis
13). No hay duda acerca de los parámetros de la tierra de la que Dios
estaba hablando: "desde el río de Egipto hasta el río grande, el río
Eufrates: los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los hititas, los ferezeos,
los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos"
(Gén. 15:18-21). Esta es la "tierra" de Israel—la Tierra Prometida para los fieles
de Dios, como Abraham (Gén.
15:5-6). Más tarde, el Apóstol Pablo dejó en claro que incluso los gentiles—personas no consideradas
descendientes físicos de Abraham—podrían ser parte de la promesa de Dios (Gál.
3:16). Al confiar en la Simiente de la promesa de Abraham, Jesucristo,
incluso los gentiles se convierten en parte de la promesa eterna de Dios. ¿Y
cuál es exactamente esa promesa? Es bendición en la tierra—la Tierra Prometida.
Observe a
lo largo del Salmo 37 la justicia final y definitiva prometida a los fieles de
Dios. Vemos en el v.
9 que "los que esperan en el Señor" (es decir, los que confían en
Él), "poseerán la tierra". De nuevo en el v.
11, "los humildes poseerán la tierra". De nuevo en el v.
22, "los que son bendecidos" por Dios "poseerán la
tierra". De nuevo en el v. 29, "los justos poseerán la tierra, y para
siempre morarán en ella". Y de nuevo en el v. 34, aquellos que
"espera[n] en el Señor y guarda[n] su camino" serán exaltados por
Dios para poseer “la tierra". Notar también que en los vv.
18, 28, y 29 se dice que la herencia del Señor es “perpetua” o "para
siempre"—una
herencia eterna de Dios para Sus piadosos y fieles.
¿Cuándo
cumplirá Dios la promesa de la tierra? Cuando Jesucristo, la
"Simiente" de Abraham, regrese a la tierra (Ap.
19). Cuando lo haga, el planeta Tierra (es decir, "tierra") será
renovada (Isa.
65:17-25), y Cristo reinará por mil años (Ap.
20). Esta es la promesa cumplida de la tierra—los justos de Dios que viven bajo El Justo de
Dios (Jesúcristo), en Su tierra prometida.
En los Salmos
34-40, David concluye sus reflexiones sobre los malvados y los justos
sugiriendo un enfoque de vida a largo plazo. Porque aunque a corto plazo en la
vida abundan las injusticias para los justos, a la larga los justos serán
exaltados, protegidos, y recompensados. ¿Qué deben hacer los justos en el
ínterin?: "Espera en el Señor y guarda su camino" (v. 34).
Los
malvados que hoy florecen como un "frondoso árbol en su propio suelo"
(v.
35), un día fertilizarán el suelo en la muerte. Ellos pueden existir hoy,
pero mañana "ya no" (v.
36; cf. Sal.
1). Aunque un gran árbol puede durar 100 años o más, o bien se pudrirá o
será cortado. Pero mientras que tal árbol, indicativo de una persona malvada
próspera, florece hoy, los justos deben "confiar en el Señor y hacer el
bien" (v.
3; cf. Prov.
3:5-6). Debemos deleitarnos en el Señor, encomendar nuestro camino al
Señor, estar quietos ante el Señor, y abstenernos de la ira.
Algo
para reflexionar
Nuestra
salvación como cristianos pertenece al Señor; confiamos en Él para ello. Al
hacerlo, nos libramos del juicio que pertenece a los impíos—la categoría de la que fuimos salvados
en Cristo. Él es nuestra fortaleza en tiempos de angustia, y nos librará. Recordemos,
por ende, siempre las palabras de Jesús: "Bienaventurados los humildes,
pues ellos heredarán la tierra" (Mt. 5:5).