Hebreos 3:5-6 ― Jesús es superior a Moisés, Parte 2
Hebreos 3:5-6 ― 5 Y Moisés fue fiel en toda la casa de Dios como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir más tarde; 6 pero Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza.
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Un resumen rápido de la superioridad de Jesús por encima de Moisés
se da en los vv. 5-6. Mientras que Moisés fue fiel como siervo sobre el pueblo
de Dios, Jesús fue fiel como Hijo sobre el pueblo de Dios. Por supuesto, los
siervos son de rango mucho más bajo que los hijos. Como Hijo de Dios, Jesús
tenía todos los derechos y privilegios de deidad, la autoridad, y la herencia.
Moisés no tenía nada de eso, porque era un simple siervo de Dios.
Comenzando con la preservación milagrosa de Moisés por parte
de Dios cuando era un bebé (Éx.
2:1-10), y terminando con la misteriosa provisión de Dios en lo que
respecta a su entierro (Deut.
34), Dios obró milagrosamente a través de Moisés durante su vida. A Moisés,
Dios le habló cara a cara, transformando el rostro de Moisés hasta el punto de
tener que usar un velo frente a los israelitas (Éx.
34:29). Moisés sacó a Israel de Egipto, les dio la Ley de Dios, expuso los
planos para el tabernáculo, y presentó el plano del Arca del Pacto. Fue claramente
el siervo fiel de Dios.
Un estudio de Moisés como dador de la Ley de Dios, junto con
su fidelidad a Dios, es un estudio mucho más profundo que el simple liderazgo.
En realidad, él fue una sombra de las cosas por venir—un precursor del Mesías.
Reverenciar y comprender verdaderamente a Moisés es reconocer a Jesús por lo
que realmente es—el Mesías. Un estudio de Moisés sin Jesús es un estudio
incompleto, uno que es similar a estudiar el Antiguo Testamento sin el Nuevo
Testamento; como ver tres cuartos de un partido de fútbol e ignorar los eventos
del último cuarto. El escritor de Hebreos dirá más tarde lo mismo: "Pues
ya que la ley solo tiene la sombra de los bienes futuros y no la forma misma de
las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que ellos ofrecen
continuamente año tras año, hacer perfectos a los que se acercan" (10:1).
La Ley era la sombra; Jesús es la sustancia. Entonces, si uno acepta la sombra
(Moisés y la Ley), esa persona también debe aceptar la Sustancia (Jesús).
Incluso Jesús dijo lo mismo: "Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a
mí, porque de mí escribió él" (Juan
5:46; cf. Deut. 18:15).
Mientras que Moisés fue fiel como siervo sobre la casa de
Israel, Jesús ha sido fiel como Hijo de Dios sobre la casa de Dios. El v. 6
dice que la casa somos "nosotros"—aquellos que invocan a Jesús para
salvación. Esa era la audiencia a la que se dirigía el autor—cristianos
profesos. Pero esta audiencia se estaba desviando de Jesús, volviendo de
regreso a la Ley de Moisés para evitar persecución. Así que el escritor les
advirtió severamente que los cristianos son parte de la casa de Dios solo
"si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra
esperanza". Por lo tanto, aquellos que habían confesado a Cristo como
Señor no podían esperar que su salvación fuera genuina, o que Dios los
considerara "hermanos santos" (3:1),
si realmente volvían a practicar los rituales del sistema mosaico.
El escritor parece otorgar seguridad a los verdaderos
creyentes en Cristo con una prueba de salvación genuina: "rete[niendo] firme
hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza". "Retener
firme" es otro término náutico, que significa "mantener el rumbo hacia" (cf. Hch.
27:40). Es otra forma de advertir a otros que no se "desvíen" (2:1),
como advirtió previamente el autor. Si estos supuestos creyentes mantuvieran
fielmente su curso/rumbo en la vida (su amor por Cristo), revelarían su fruto
espiritual. No mantener el rumbo, sin embargo, los expondría como fraudes.
Algo para reflexionar
La verdadera salvación implica perseverancia en fidelidad a Cristo. Pero aquellos que profesan fe en Cristo y luego renuncian a Él, muestran que su salvación nunca fue genuina. Los verdaderos creyentes se mantienen firmes con confianza. Esto lleva la idea de audacia y resistencia/fortaleza, dos rasgos que se manifiestan en nuestra forma de hablar completamente desprovista de miedo y reserva. Aquellos que verdaderamente creen en Cristo tienen la fe, el habla, y la vida para soportar todas y cada una de las pruebas. Estos se mantienen firmes hasta el final.