Hebreos 6:13-15 ― Nuestra seguridad debido a las promesas de Dios
Título: Nuestra seguridad debido a las
promesas de Dios
Fecha: 2 de diciembre de 2025
Autor: Dr. D. Lance Waldie (Pastor ― Iglesia
Bíblica Harvest)
Pasaje bíblico de estudio: Hebreos 6:13-15 ― 13 Pues
cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró
por sí mismo, 14 diciendo: Ciertamente te bendeciré y
ciertamente te multiplicare. 15 Y así, habiendo esperado
con paciencia, obtuvo la promesa.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
COMENTARIOS:
El autor amaba a su audiencia. Les amaba tanto que
no dejó de advertirles sobre sus pecados. Algunos contemplaban alejarse de la
fe cristiana, y otros simplemente se quedaban quietos sin hacer nada con su fe.
Después de criticarles duramente por su comportamiento, y advertirles de las
consecuencias de la apostasía (6:4-6),
necesitaba recordarles una vez más su seguridad en Cristo y la seguridad que
Cristo da a quienes son diligentes en su fe.
¿Cuál es la base de la seguridad eterna en Cristo?
La Biblia enseña que la salvación es eterna y no puede ser revocada, que
quienes realmente la poseen nunca podrán perderla. ¿Pero cómo pueden confiar en
esto? El autor señaló a Abraham, el patriarca de Israel y padre de todos los
que creen.
Al hablar de las "promesas" en 6:12
que esperaban a quienes tienen fe genuina, el autor exhorta a su audiencia con
la esperanza eterna que acompaña a la salvación. Abraham fue un ejemplo de
verdadera esperanza y fe, quizás más que cualquier otro patriarca judío. Su
vida y las promesas de Dios hacia él se detallan en Génesis
12-23. A pesar de las deficiencias y pecados de Abraham, Dios no incumplió Sus
promesas hacia él. Él había hecho un pacto unilateral con Abraham de hacer su
nombre grande, producir una nación de sus lomos, dar a sus descendientes la
tierra de Canaán, traer una "Simiente" (Mesías) de sus lomos, y
bendecir a quienes le bendijeran a la vez que maldecir a quienes le maldijeran.
Este pacto era eterno. Abraham simplemente creyó en lo que Dios le dijo, y Dios
le reconoció ese creer, la fe de Abraham en Dios, por justicia (Gén.
15:6). Luego Dios cumplió Sus promesas, pues Israel se convirtió en una
gran nación, poseyó la tierra, y produjo la Simiente prometida—Cristo. El
Cristo nació del hijo de Abraham, Isaac, el hijo de la promesa (cf. Rom.
9:6-12). Todos los que confían en Él son la simiente/descendencia de
Abraham—herederos de la misma promesa. (Gál.
3:16, 29).
Se dice que Abraham "esperó con paciencia"
(v. 15) a que Dios cumpliera lo que prometió. Por supuesto, esto es lo opuesto
de "perezoso" en 6:12,
que caracterizaba a algunos a quienes el autor se dirigía y que estaban a punto
de rendirse porque su propia paciencia con Dios se estaba agotando. Ellos necesitaban
buscar ánimo en el ejemplo de Abraham. Dios le prometió un hijo cuando él tenía
75 años, y cuando su esposa Sara tenía 66—y ella era estéril. Luego Dios esperó
otros 25 años antes de darle a Abraham lo que le prometió. ¡Para entonces Sara
tenía 90 años! Milagrosamente, ella tuvo un hijo, Isaac. La línea de Isaac
engendra a Jacob, que engendra a Judá, que engendra al rey David, que engendra
a Jesucristo—la Simiente prometida de Abraham (cf. Gál.
3:16).
El juramento de Dios a Abraham fue hecho entre Él
y Él mismo, porque Dios no tiene a nadie mayor que Él mismo por quien jurar. Mientras
Dios se mantenía fiel a Su promesa, Abraham continuó creyendo en Él. Él tenía
fe en Dios y esperanza en lo que Dios prometió. Abraham era como la ilustración
dada en 6:7-8,
como la tierra que recibe lluvia y produce una cosecha abundante (cf. Stg.
2:21-24). Él era diligente en su fe y esperanza en Dios, y sus acciones lo
demostraban. Como un agricultor que siembra, desmaleza, y cultiva, Abraham era
un creyente que puso su fe a funcionar. Y una fe que funciona produce una
seguridad de salvación que supera con creces la pereza.
Algo para reflexionar
No hay éxito sin esperanza. La esperanza nos impulsa y nos vuelve apasionados por lo que creemos. Sin esperanza no hay pasión, y sin pasión, ¿a quién le importa realmente? Ese es el problema de las iglesias actuales, las cuales ofrecen esperanza mundana de un matrimonio feliz y música de concierto a todo volumen que llaman "adoración". Pero nuestra fe está en Cristo; nuestra esperanza está en lo que Él ofrece. Su promesa es verdadera, y si el perezoso lo buscara con diligencia, podría seguir una nueva reforma.