Lucas 1:36-38 ― María: La virgen sierva

Título: María: La virgen sierva

Fecha: 12 de diciembre de 2025

Autor: Dr. D. Lance Waldie (Pastor ― Iglesia Bíblica Harvest)

Pasaje bíblico de estudio:  Lucas 1:36-38 ― 36 Y he aquí, tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. 37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios. 38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.

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COMENTARIOS:

Ahora bien, aunque María no pidió ninguna señal para confirmar la milagrosa promesa de Dios acerca de ella concibiendo un hijo siendo aún virgen, Dios le dio una señal confirmadora para su propia esperanza y ánimo. Esa señal era el embarazo de Elisabet, pues Elisabet era una "pariente" de María, y estaba en su sexto mes de embarazo. No se especifica cómo estaban relacionados, pero es probable que Elisabet perteneciera a la tribu de Judá, a pesar de que se casó con un sacerdote levítico. Aunque Moisés prohibió a las mujeres casarse con un hombre de una tribu diferente a la suya (Núm. 36:6), esto solo era para mantener intactas sus herencias de tierras (Núm. 36:7). En el caso de que una mujer de la tribu de Judá se casara con un sacerdote o levita (que no tenía herencia de tierras), no era pecado. Lo mismo ocurre si una mujer de la tribu de Levi se casa con un hombre de otra tribu. También es posible que el padre de María, de la tribu de Judá, se casara con una mujer de la tribu sacerdotal y familia de Aarón (de Leví), haciendo que ambas mujeres fueran primas. Sin embargo, la línea de María habría sido tomada en cuenta a partir de la línea de su padre. Sea como sea, Elisabet y María, aunque separadas por más de 40 años, ya que Elisabet era "de edad avanzada" (Lc. 1:18), estaban emparentadas de alguna manera.

Cuando María recibió noticias sobre Elisabet, Elisabet estaba en su sexto mes de embarazo (1:26), por lo que el embarazo de Elisabet ya habría sido evidente para María. Cuando María la vio, la palabra de Dios a ella habría sido confirmada, pues un Dios que pudiera abrir el vientre muerto de una anciana—que puede crear el universo de la nada (Gén. 1:1)—también puede hacer que una virgen conciba. Verdaderamente, "ninguna cosa será imposible para Dios " (v. 37). Esas palabras que salen de los labios de Gabriel solo pueden ser confiadas por los humildes siervos de Dios, como María.

La respuesta de María a las palabras de Gabriel fueron modestas palabras de aceptación. Llamándose a sí misma "sierva", o esclava—una persona que es propiedad de otra—María simplemente dijo: "hágase conmigo conforme a tu palabra”. Ana dijo algo muy parecido después de que Elí bendijo su oración en 1 Samuel 1:18. Sin embargo, María es distinta de Ana, ya que aunque a Ana le fue dada una bendición por Elí que llevó a su embarazo con Samuel, a María se le dio la promesa de Dios a través de Gabriel. Mientras que Zacarías y Elisabet ofrecen un ejemplo de verdadera rectitud y de conducirse intachablemente en los mandamientos y preceptos de Dios en el Antiguo Testamento (1:6), María ejemplifica la sumisión a la palabra y voluntad de Dios. Ella realmente tenía la fe de Abraham, el cual dio “gloria a Dios,… estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo" (Rom. 4:20-21). Así que, si la fe de Abraham fue la base de la justificación (Gén. 15:6), María imitó la fe salvadora de Abraham.

Algo para reflexionar

Aunque la Biblia ejemplifica a María como una humilde esclava de Dios, muchos la exaltan como la "reina del cielo" que intercede por los santos mediante la oración. Tal reina sí existe en las Escrituras: una diosa pagana adorada por los judíos en los días de Jeremías. Ofreciendo fuego y pan a esta diosa (Jer. 7:16-20) Ishtar (también conocida como Astoret o Astarté), era la esposa de Baal (también conocido como Moloc). Todos estos dioses paganos simbolizaban la fertilidad, y su culto implicaba prostitución sectaria que imitaba el acto del esperma encontrándose con el óvulo para apaciguar a estos dioses imaginarios. Qué repulsivo es, por tanto, relegar a María a reina del cielo, mezclando paganismo con Escritura. En verdad, no hay reina en el cielo, sino que hay un Rey que se sienta a la diestra de Dios intercediendo a favor de Su pueblo: Jesús, el único Mediador entre Dios y el hombre (1 Tim. 2:5). María no puede oír las oraciones, porque murió y fue a estar con su Señor y Salvador. Solo Jesús escucha y media en nuestras oraciones.