Mateo 1:18-20 ― El dilema de José

Título: El dilema de José

Fecha: 5 de diciembre de 2025

Autor: Dr. D. Lance Waldie (Pastor ― Iglesia Bíblica Harvest)

Pasaje bíblico de estudio:  Mateo 1:18-20 ― 18 Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo. 19 Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto. 20 Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo.

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COMENTARIOS:

El nacimiento de Jesús es una referencia a la humanidad de Dios (cf. Jn. 1:1, 14). Mientras que Lucas relata la conversación de María con el ángel Gabriel y cómo le explicó que concebiría un hijo como virgen, Mateo narra cómo reaccionó José, el hombre con el que María estaba desposada, al enterarse de su embarazo por "un ángel del Señor". José aún no estaba legalmente casado con María, aunque estaban "desposados" (v. 18; Lc. 1:27)—un contrato legal entre dos familias. Aunque no estaban casados y eran sexualmente castos, sin embargo, era un estado legal que exigía el divorcio si alguna de las partes era sexualmente impura. Así que, cuando María "se halló que había concebido"—habiendo quedado embarazada por el Espíritu Santo (v. 18), por Dios que la "cubrió con su sombra" (Lc. 1:35)— José necesitaba una explicación. No sabía que el niño en el vientre de María no fue creado por esperma y óvulo, sino por una obra milagrosa de Dios.

Ahora José tenía que tomar una decisión, no solo respecto a su relación con María, sino también sobre qué hacer con María. Creyendo que ella le había sido infiel, no podía casarse con ella porque el niño no era suyo. Sin embargo, intentar encubrir su crimen casándose con ella después de que ella quedara embarazada, le habría hecho adúltero también. La Ley mosaica le permitía a José, o bien divorciarse de ella en silencio (Deut. 24:1), o presentar cargos contra ella por adulterio y mandarla apedrear hasta la muerte (Deut. 22:23-24; cf. Juan 8:5). Siendo un hombre "justo", fue misericordioso. Por lo tanto, José "no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto".

Esa noche un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño. Dios intervino para iluminarle. Al fin y al cabo, el Niño en su vientre no era el hijo del adulterio, sino el Hijo de Dios, concebido no por hombre sino por el Espíritu Santo. Dirigiéndose a José como "hijo de David"—un título usado solo para Jesús en otras partes de la Biblia—el ángel especifica lo vital que sería José al adoptar a este Niño concebido por el Espíritu. Este Niño sería de la línea davídica (cf. 2 Sam. 7:12-16), de la tribu de Judá (Gén. 49:8-12), y estaría vitalmente entretejido en el Pacto Abrahámico (Gén. 12:1-3; 15:1-6; 17:1-8; 22:17; Gal. 3:16). José sería unido al plan de Dios con María al tomarla como esposa, nombrar al Niño: "Jesús" (v. 21) y, por fe confiando en la palabra del Señor. A través de esto, la propia identidad de María estaría incrustada en la identidad de José, y ambos serían los padres terrenales de aquel llamado "Emmanuel" (v. 23), que en hebreo significa Dios con nosotros. En resumen, "darían a luz" a Dios en carne (cf. Jn. 1:14).

Mateo 1:21 revela que Dios le dijo a José que llamara al Niño: "Jesús" (heb. Yeshua), un nombre que significa Yahweh salva, porque "Él salvará a su pueblo de sus pecados". En el Nuevo Testamento, "salvar" puede referirse a ser liberado del peligro físico (8:25), enfermedad (9:21-22), o muerte (24:22). Mateo cita al ángel en el contexto del nombre de Jesús, reflejando Su misión de salvar a pecadores de la pena de sus pecados, que era (y es) la causa de toda esclavitud humana—tanto espiritual como física.

Algo para reflexionar

¿Por qué otra razón enviaría Dios a Su Hijo a salvar, a menos que nosotros lo necesitáramos? Personas perfectas no necesitan un Salvador. ¿Cómo fue que Cristo salvó? Primero, pagó nuestra pena, la muerte, porque la paga del pecado es la muerte (Rom. 6:23). Para quienes le reciben a Él, no hay condenación (Rom. 8:1); ¡somo reconciliados con Dios! A través de la obra regeneradora del Espíritu, Dios libera de la esclavitud al pecado a quienes reciben a Cristo para que vivamos a la justicia (1 Ped. 2:24). Cristo lo hace todo, porque no hay nada que podamos hacer por mérito propio para alcanzar el don gratuito de Dios. Todos están invitados a recibirlo.