Salmo 19:12-14 --- SEÑOR, perdóname
Salmo 19:12-14: 12 ¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. 13 Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia; que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro, y seré absuelto de gran transgresión. 14 Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y redentor mío.
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Después de
contemplar con asombro la vasta creación de Dios (19:1-6),
y Su ley perfecta (19:7-11),
el salmista considera su propia alma y responde a Dios con confesión de pecados
y una humilde súplica de ser aceptable a Dios a través del perdón (19:12-14).
El escritor sabe que lo único que lo separa del Dios santo y eterno es su
propio pecado. Es como si al salmista se le acabara de presentar el evangelio a
partir de las cosas creadas y la palabra de Dios, y ahora, en su convicción de
pecado, quisiera arreglar las cosas con el Creador que ha reconocido
plenamente.
Si David
es el escritor del Salmo 19, es interesante comparar estos pensamientos con el
Salmo 8. En el Salmo 8, después de reflexionar sobre la grandeza de Dios a
través del universo creado—el sol, la luna, y las estrellas, David se pregunta acerca de su propia
majestuosidad como ser humano. A la luz de la majestad de Dios, ve su propia
dignidad, y la dignidad de todos los hombres, por lo que realmente es. Pero en
el Salmo 19, David va en una dirección ligeramente diferente, reflexionando no
sobre la pequeñez del hombre sino sobre su pecaminosidad. Mientras que en el
Salmo 8 el hombre es visto como trivial e incomparable con Dios, en el Salmo 19
el hombre es visto como pecador en la presencia del Dios santo y eterno. La
revelación de Dios de Sí mismo a través de la creación y a través de Su palabra,
muestra una exhibición diaria de gloria, poder, y sabiduría, sin embargo, el
hombre está en medio de la gloria de Dios como un ser pecador y depravado que
depende completamente de su Creador.
Por lo
tanto, a la luz de su propio pecado, David simplemente confiesa sus pecados y
pide ser perdonado. Primero, sabiendo que tiene faltas secretas que son
desconocidas para él pero evidentes para Dios, le pide a Dios que dé a conocer
esos pecados y lo "absuelva" dejándolo ir impune por ellos. En
segundo lugar, también sabe que ha pecado de soberbia a lo largo de su vida al
transgredir deliberadamente las leyes de Dios. Esta es probablemente la
"gran transgresión" de la que habla en el v. 13. Y si David es
realmente el salmista, entonces todos los que leen la ley de Dios saben de la
"gran transgresión" de David (cf. 2
Sam. 11-12). No solo cometió adulterio, sino que codició a la esposa de
otro hombre, asesinó a ese mismo hombre, e hizo una burla general de su reino.
En resumen, se avergonzó a sí mismo, escandalizó a Israel, y entristeció a
Dios. Sin embargo, pidió mansamente perdón a Dios. Al igual que el malvado
recaudador de impuestos en Lucas 18:13 que humildemente hizo lo mismo, David conocía
lo suficiente acerca de Dios para saber que nada estaba más allá de Su gracia y
misericordia. Por lo tanto, le pidió a Dios que lo perdonara, declarándolo
inocente de cualquier mal actuar, y haciéndolo "íntegro". ¡Audaz!
Ahora,
habiendo confesado y arrepentido, David le pide a Dios que purifique sus
palabras y las meditaciones de su corazón para que sean gratas a Dios. Deseaba
desesperadamente adorar al Dios que lo perdonó, pero sabiendo que todavía era
un miserable pecador que no podía alabar a Dios con su boca y corazón impuros, él
pidió que éstos también fueran purificados para poder adorar adecuadamente. Es
digno de mención en este punto que David ahora llama a Yahweh: "roca mía y
Redentor mío". Estando sobre un nuevo fundamento de justicia, la
"roca", y perteneciendo a un nuevo Amo que lo ha comprado de su
estado pecaminoso, David anuncia que, al igual que los cielos que declaran la
gloria de Dios (19:1),
ahora sus "palabras" harán lo mismo. Aunque es probable que la forma
hebrea del verbo sea yusiva: "Sean… las palabras de mi boca...", es
posible traducirlo como un verbo imperfecto que continúa el pensamiento de la
línea anterior. Por lo tanto, el escritor podría estar diciendo que a la luz de
ser perdonado de la "gran transgresión... Entonces las palabras de mi
boca... te serán agradable". De cualquier manera, es el perdón de los
pecados lo que allana el camino para la adoración del hombre al Creador. Ese
perdón sigue al reconocimiento de Dios a través de Su creación y los detalles
de Su palabra—las
Escrituras.