Nuestro sacrificio vivo – Parte 3

Romanos 12:14-18: 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran. 16 Tened el mismo sentir unos con otros; no seáis altivos en vuestro pensar, sino condescendiendo con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17 Nunca paguéis a nadie mal por mal. Respetad lo bueno delante de todos los hombres18 Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.

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Pablo enumera más comportamientos asociados con la mente renovada (v. 2) en los vv. 14-18.  En primer lugar, se les dice a los cristianos que "bendigan" (eulogeō), y de no maldecir a aquellos que los "persiguen" (gr. diōkō).  Cuando son perseguidos, los cristianos no deben huir, sino "bendecir" a sus perseguidores.  Notablemente, diōkō es el término que Pablo usó en el v. 13 para hospitalidad—buscando la bondad al dar la bienvenida a invitados o extraños.  Así que, en lugar de invocar maldiciones sobre aquellos que podrían perseguirnos para hacernos daño, Dios quiere que volteemos la tortilla y busquemos ser una bendición para ellos.

En segundo lugar, los cristianos deben compartir las alegrías y las tristezas de los demás creyentes (v. 15).  Pablo les dijo a los corintios lo mismo, es decir, que cuando un miembro del cuerpo de Cristo sufre, todos sufren.  Y cuando un miembro se regocija, todos deben regocijarse (1 Cor. 12:26).  El amor genuino (12:9) no responde con celos cuando otro creyente tiene éxito; en cambio, ¡se regocija! Del mismo modo, cuando otro sufre, los cristianos que buscan el amor sincero también sufrirán junto con ese creyente.

En tercer lugar, se ordena a los creyentes que vivan en paz con aquellos con los que no necesariamente están de acuerdo, esforzándose por vivir en armonía con ellos (16a).  A los cristianos no se les ordena pensar exactamente las mismas cosas, pero deben pensar de igual manera los unos por los otros a pesar de diferencias sociales o económicas. Ya sean ricos o pobres, comparten una mentalidad común, una que no está enfocada en uno mismo, sino en los demás.  Los cristianos maduros saben que todas sus relaciones dentro de su iglesia son, en última instancia, para la gloria de Dios. Cuando este es el caso, las relaciones tienden a ser más profundas, más significativas, y más satisfactorias. Como resultado de esta mentalidad, los desacuerdos, aunque son inevitables entre cristianos, pueden ser lidiados para la gloria de Dios.  En otras palabras, no habrá desacuerdos continuos entre hermanos y hermanas en Cristo que no puedan resolverse. ¿Por qué?  Simplemente porque ambas partes se preocupan la una por la otra, no primariamente por sí mismas.

La altivez no tiene cabida en el cristianismo.  Aquellos que podrían ser considerados como "humildes" (gr. tapeinos) no son nada menos que aquellos que son ricos o famosos.  Mientras que el orgullo hace que algunos piensen que son mejores de lo que son, en Cristo todos son uno, cada uno disfrutando de la gracia de Dios en varios niveles.  Los creyentes pobres o enfermos no son menos que los cristianos ricos y sanos.  El mandato de nunca ser sabio ante los propios ojos es esencial para mantener una visión adecuada de uno mismo (cf. 12:3).

Cuarto, los cristianos nunca deben devolver mal por mal, arremetiendo contra otros con el propósito de vengarse.  Más bien, deben amar a sus enemigos (cf. Mt. 5:44), y comportarse de tal manera que honre a sus enemigos y no los perjudique.  Mientras que la represalia se hace en el calor del momento, la respuesta de amor frente a un ataque enemigo requiere reflexionar para hacer "lo bueno delante de todos".  De nuevo, si la gloria de Dios es la meta, entonces el reflexionar en hacer lo que es honorable será alcanzable, y no pasará desapercibido, especialmente por el Señor mismo que lo ve todo.

Quinto, los cristianos deben esforzarse por vivir en paz con todos aquellos con quienes se relacionan, en la medida en que dependa de ellos.  De la misma forma que el mundo odiaba a Jesús por Sus enseñanzas, así también el mundo odiará a Sus seguidores por aplicar y difundir Sus enseñanzas.  Puesto que este conflicto es inevitable, Pablo añade al v. 18: "si es posible... estad en paz con todos".

Algo para reflexionar

Nuestra oración: "Oh Señor, que podamos bendecir a nuestros enemigos y no maldecirlos. Que nos regocijemos y lloremos con Tu pueblo, seamos amables con todos, evitemos la arrogancia, y estemos en paz con todos.  Amén".